Ankor
Es temprano en la mañana, oigo unos golpes en la puerta, me visto y me dirijo a abrirla, visualizo a la señorita Jaelyne esperándome.
—Madrugadora —acoto.
—Ankor —me llama mi esposa.
—Un momento —le aclaro a Jaelyne, cierro la puerta y me giro a mirar a Serenity—. ¿Qué sucede?
—¿Ahora vas a salir?
—Tengo que cumplir un pedido.
—¿Pero ahora? —Enarca una ceja.
—¿Cuál es el problema?
—No sé, te vas con una mujer hermosa a esta hora, por ejemplo.
Me río.
—Deja esos celos, tú sabes que para mí, la única mujer hermosa eres tú.
—Solo porque no puedes llamar a Ethir hermosa ni mujer. —Bufa.
Alzo una ceja.
—Creí que ya habíamos hablado de esto.
Se levanta de la cama y camina hasta mí, sin tardar mucho me abraza rápido.
—Solo quiero que pienses las cosas, que te des cuenta de las consecuencias.
Rodeo su cuerpo con mi brazo.
—Puedo asegurarte que lo hago cada día. —Me alejo de ella, la tomo de los hombros y le doy un leve beso—. Debo ir, atenderé este asunto, luego hablamos.
Me despido de Serenity, entonces me dirijo a encontrarme con la Belleza del Desierto.
Jaelyne
Camino junto con Ankor por unos pasillos de una edificación de piedra, hasta llegar a una zona subterránea, donde no dejamos de bajar escaleras. Es como si la plataforma fuera un pozo sin fin. Pasamos por un camino más angosto, entonces nos detenemos al salir de este.
Me quito el polvo, dándole palmaditas a mi ropa.
—¿Qué no limpian aquí? —me quejo y observo el lugar—. Parece que no ha entrado nadie hace mucho tiempo.
Ankor enciende una antorcha que está en la pared, entonces la agarra para seguir caminando, así que lo sigo, me detengo cuando veo las paredes.
—¿Es esto lo que buscabas? —Me pregunta.
—Sí. —Asiento—. Askar una vez me dijo que el Reino del Cielo era muy creyente, así que supuse que debía haber un lugar con runas. —Observo el sitio sorprendida y acoto—. Aunque no creí que había tantas.
—Los dioses son un enigma, aunque este lugar es sagrado, no podemos estar aquí por mucho tiempo, será mejor que obtengas tus respuestas rápido y nos larguemos.
—Si supiera leer runas todos mis problemas se solucionarían.
—O empeorarían —agrega Ankor—. ¿No has oído hablar de que son salvación y perdición a la vez?
—Sí, y es obvio que a mi antiguo yo no le importó.
—Ya vámonos. —Avanza hacia la salida—. Los consejeros no estarán contentos si permanecemos aquí.
Lo sigo pero me detengo viendo crecer las ramas negras en el techo.
—¡Ay! —chillo cuando estas rompen un enorme pedazo de concreto, que nos bloquea el camino.
—Señorita, eso es inapropiado —acota Ankor muy serio cuando sin darme cuenta, por el susto, me agarré de él.
—¡Lo siento! —Me aparto.
—No hay problema. —Hace un gesto amable.
Me río.
—Qué respetuoso.
—¿Escuchas eso? —Ignora mi acotación, entonces me percato de lo que habla.
Alguien se encuentra llorando.
—Creí que estábamos solos —opino temerosa—. ¡¿Un fantasma?! —chillo—. ¡Le temo a todo lo que no puedo golpear!
Ankor se ríe.
—No hay fantasmas aquí, es un lugar sagrado, lo único que podría haber es... —Se calla cuando vemos a una niña pequeña sosteniendo un peluche de oso y se detiene frente a nosotros.
¡¿Pero de dónde salió esta nena?!
ESTÁS LEYENDO
Belleza de las Tinieblas #4
FantasyYa no hay respuestas, solo un dios de las tinieblas, dispuesto a todo. Recuerda respirar, porque puede ser la última vez que lo hagas. *Por Viviana Valeria V. Saga Bellezas, libro #4