Jaelyne
He llamado a Rojito, pero ha sido una perdida de tiempo, es obvio que no me iba a escuchar y aunque me escuchara, tardaría una eternidad en llegar.
Necesito largarme de aquí cuanto antes. Me pueden encerrar y nunca encontraré a Rebecca, ni recuperaré a Kael. Puede ser hasta peor, pueden asesinarme, no importa que sea amiga de Askar, para ellos soy una amenaza.
Le pego un codazo al guardia y este adolorido retrocede. Aprovecho para empezar a correr, a pesar de tener las manos atadas. Los guerreros del cielo me persiguen por todo el pasillo. Por alguna extraña razón, las ramas negras del techo, me abren las puertas, metiéndose por las cerraduras.
Empiezo a pensar que no me cae tan mal este poder de las tinieblas. Aunque siempre elegiré por mucho al desierto, obvio es mi territorio.
Me detengo en el pueblo, al fin logro desatar mis manos y siento el viento junto con la arena. Es como si pudiera respirarla, me reconforta. Doy la vuelta, entonces observo a los guardias que me seguían.
—No me hagan lastimarlos —advierto.
Hay más arena en el viento, no puedo usarla, lastimaría a Irina, por culpa del sofoco. Necesito controlar esto, aunque me sienta débil y mi vientre duela.
Me preocupa el bebé, ojalá hubiera un médico especializado, pero aquí solo hay curanderos.
Me agacho adolorida tocando mi panza y los guardias se acercan.
Mierda.
—¡Alto! —Oigo al rey llegar y alzo la vista—. Ahí viene —declara.
¿Qué?
Miro hacia atrás y veo a Rojito empezar a aterrizar hasta aquí, incluso viene acompañado de Doru y Caryn. Los tres dragones se detienen ante nosotros, el mío delante de mí, los de Irina y Askar apoyan sus garras sobre las casas.
—Imposible. —Me levanto del suelo despacio. Mi dragón me está mirando fijo a los ojos. Sonrío y alzo las manos, corro a acercarme a su hocico—. ¡Rojito! —Lo abrazo.
Me aparto de él cuando gruñe, así que me giro a mirar a los guardias.
—Bajen sus armas —ordena Ankor y se aproxima hasta nosotros.
Los hombres no muy convencidos lo hacen, mientras su rey se acerca hasta mi dragón. Ambos se observan desafiantes, segundos después Ankor vuelve su vista hacia mí.
—Pido una disculpa, pero debía velar por la vida de mi pueblo —explica y asiento—. ¿Hay algo que pueda hacer por ti?
Sonrío de lado.
—Yo creo que sí.
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Belleza de las Tinieblas #4
FantasíaYa no hay respuestas, solo un dios de las tinieblas, dispuesto a todo. Recuerda respirar, porque puede ser la última vez que lo hagas. *Por Viviana Valeria V. Saga Bellezas, libro #4