Irina
Acomodo la ropa en los aposentos, que nos proporcionaron los consejeros, por sugerencia de Esmetriah. Aunque no me gusta que sea así, lo bueno es que Doru ahora está en los establos con los otros dragones y lo puedo visitar. Después de lo ocurrido con Jacky, al fin podemos descansar. Ella volvió con el sanador, Askar habló con ella y la convenció.
Salgo de la alcoba, entonces visualizo a Esmetriah.
—¿No te gustaron tus aposentos? —cuestiona.
—¡Claro que sí! —Sonrío—. Solo iba a desearle buenas noches a Fared.
—Oh, el Rey de los Desiertos, un rango bastante alto ¿No duermen juntos? Son las costumbres allá, ¿no?
Me sonrojo.
—Yo me crié en el Reino del Cielo, aquí no hay eso de concubinas, jamás faltaría a mis costumbres.
—¿Y no respetas las de él?
—Yo... yo... —Frunzo el ceño—. Eso no es de su incumbencia.
—Antes lo era.
—Ya no estoy aquí por su hijo.
—No, sigues aquí por mí.
—¿Por sus rituales? —Enarco una ceja—. Fared ya me advirtió de usted.
Se ríe.
—Yo te cuide, ¿y así me tratas? Qué desagradecida.
—No... no es lo que quise decir —digo avergonzada.
—¡Esmetriah! —Llega Fared al pasillo—. Deje a mi prometida en paz. —Toma mi mano y me guía para ponerme detrás de él—. Le prohíbo hablarle.
—Su majestad. —La mujer hace una reverencia—. Solo intentaba entender sus costumbres.
—No tengo ese título y mis costumbres no le incumben.
—¿Seguro? Sin ese título no puede hablarme así —se burla—. Aunque es cierto, no es mi problema, quizás el de Alisther sí. —Me mira a mí—. ¿Cuántas veces has cambiado de prometido? Qué decepción ¿En verdad eres una mujer honrada?
—¿Usted qué sabe? —Me sonrojo.
—No le contestes —me dice Fared y luego vuelve a ella—. No sé qué pretende, no conseguirá nada con esto.
—Te diré, es evidente que pienso en mí, en el poder, pero es más claro que en mis necesidades místicas, ustedes no lo entenderían.
—Delirios místicos. —Se ríe.
—Burlate todo lo que quieras, pero cuando termine, estarás rogando piedad.
—Ya me aburrí —me avisa, entonces me hace caminar, lejos de ella.
Nos detenemos en un pasillo y mantengo mi mirada en su mano, que todavía sostiene la mía.
—Dijiste prometida. —Recuerdo.
—Sí, ¿y? —Alza una ceja.
—Es que...
—Ya te dije que había una relación, no me hagas repetirlo —dice con voz temblorosa.
—No, no, es que... solo me sorprendió, además con todo lo que dijo Esmetriah, tus costumbres, las concubinas...
—Olvídate de lo que dijo esa mujer, nunca he tenido un harem, he sido más esclavo que príncipe. Ya te lo aclaré, así que nada de lo que digan los demás es importante. Si vas a ser mi esposa, primero créeme a mí.
—Sí, sí. —Bajo la vista nerviosa—. Debería hablar con Alisther.
—Ya es tarde, hazlo mañana.
—Um, sí, buenas noches entonces.
Veo como se acerca, así que alzo la vista, toca mi mejilla, entonces cuando aproxima su rostro, cierro los ojos y siento sus labios.
Es un beso corto, así que cuando se aleja, abro rápido mis ojos y hago puchero.
—Qué poquito —me quejo y se ríe.
—Te aguantas, porque es todo lo que tendrás.
—Si te contienes es aburrido.
—No te preocupes, te haré todo lo que quieras en nuestra noche de bodas.
Me sonrojo y sobresalto.
—¡Pero eso es otro nivel, yo quiero un beso como el que tuvimos en el Reino de las Sombras!
Deja de sonreír.
—Tú juegas con mi paciencia.
—Pero tus límites me confunden. —Hago puchero otra vez.
—Mis límites son muy fáciles de sobrepasar. —Me agarra de los brazos y me empuja contra la pared, siento su cuerpo presionarse contra el mío, su respiración es agitada cuando está próximo a mi rostro—. Si quieres salir ilesa hasta llegar a nuestra noche de bodas, será mejor que no me provoques. —Toma mi cuello, entonces me besa de forma ferviente.
Tengo una sensación, como si no pudiera respirar. Me abrazo a su cuello y las piernas me tiemblan. Me levanta una, cuando siento su lengua en mi boca. Hago un jadeo, entonces me agarro fuerte a su yukata.
Aleja sus labios húmedos de mí y se queda mirándome. Tengo mucho calor, pero creo que él más.
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Belleza de las Tinieblas #4
FantasiaYa no hay respuestas, solo un dios de las tinieblas, dispuesto a todo. Recuerda respirar, porque puede ser la última vez que lo hagas. *Por Viviana Valeria V. Saga Bellezas, libro #4