Capítulo 9

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Serenity

Ya es muy tarde, el cielo se ve bastante estrellado hoy en mi ventana. La presencia de los dragones, hizo que los demonios desistieran otra vez. Me mantengo acostada en la cama, observando mi libro, cuando la puerta del cuarto se abre, al entrar mi marido en este. Insisto con mirar las páginas, mientras él se cambia. La cama se hunde cuando se adentra entre las sábanas.

—¿Qué lees? —Ankor pregunta y mi corazón se acelera—. Debe estar interesante —opina.

Trago saliva.

—Un poco de botánica.

Se nota que sonríe aunque no lo observo de manera directa para estar segura.

—Siempre te gustaron las flores.

—Sí —digo en tono bajo.

—Bueno... —Hace una pausa—apaga esa vela cuando puedas, iré a dormir, tengo que levantarme temprano. —Me da un beso en la mejilla y se recuesta.

—Ankor...

—¿Qué pasa? —Ya tiene cerrado los ojos cuando lo miro.

—¿Te viste con tu amante?

Abre los ojos.

—No —dice serio y se vuelve a sentar.

—Mentira. —Frunzo el ceño.

—No lo hice, he estado ocupado como para siquiera pensarlo.

—¡Mentira! —insisto.

—No busques pelea, Serenity —Me mira de mala manera—, ¿con qué necesidad?

—No te he visto en todo el día, así que puedo pensar cualquier cosa.

—Estamos en guerra, con suerte tengo tiempo para dormir. Muchas personas dependen de mí, ¿y me haces estos planteos? Debería estar feliz, mi hermano Askar volvió de ahí fuera sano y salvo, pero no puedo ni festejarlo. Solo pido un poco de paz cuando entro a mi alcoba.

—¿Volvió? —Me sorprendo—. No lo sabía.

—Pues si saldrías del cuarto más seguido lo sabrías.

Frunzo el ceño otra vez.

—Ya te dije que no pienso ser tu adorno, así que no.

—No eres mi adorno. —Bufa.

—Tú no me amas así que sí lo soy. —Bajo la vista triste—. Solo te sirvo para mostrar, "miren es la esposa del Rey, solo es para que le dé hijos" —digo en un tono diferente, lo que probablemente piensan.

—Yo te amo, no sé por qué piensas eso.

—Si me amaras no me engañarías. —Giro mi vista a observarlo—. Ni me golpearías.

Se tensa pero no quita la vista de mí.

—Juro que fue la primera y la última, además te pediré disculpas las veces que sean necesarias.

—No necesito tus disculpas, necesito que termines con tu amante.

—No he ido a su habitación en mucho tiempo —exclama firme en lo que dice—. Él mismo puede confirmarlo.

—No quiero hablar con ese chico —expreso con asco.

—Puedes creerme entonces.

—No puedo creer en un mentiroso —digo triste.

—Está bien. —Baja la vista—. Buenas noches. —Se recuesta aunque esta vez me da la espalda.

—Defiéndete al menos, ¿no?

—No me crees, ¿para qué insistir? Ya me peleo con mis propios consejeros y guardias, no tengo más ganas de discutir.

—Ankor... —Suspiro.

—¿Qué? —expresa tosco—. Tengo que dormir, Serenity, debo levantarme temprano.

—¿Recuerdas cuando nos conocimos?

—Sí, estabas leyendo un libro de botánica.

Me río.

—Sí, había ido a esa fiesta porque mis padres querían y me fui al jardín para no conocer a nadie, incluso así, me encontraste...

—Detrás del árbol —termina la frase y se da la vuelta para mirarme sonriente—. No es un buen escondite —se burla y le pego.

—Cállate, estaba leyendo, me distraje.

—¿A dónde quieres llegar? —Se acomoda apoyando su codo en el colchón y la mano en su mejilla.

—Te creí cada palabra, tanto que nos escapamos ¿Dónde está ese Ankor?

—¿Quieres escaparte conmigo otra vez? —pregunta y me sonrojo.

—¿Eh? No es lo que quería decir.

—No creo que podamos. —Apoya la espalda por completo en el colchón y pone sus manos detrás de su cabeza.

—¿Porque eres un cobarde? —digo molesta—. ¿Porque en realidad prefieres huir con tu amante?

Se ríe.

—No, porque la vez que nos escapamos hicimos cosas que no debíamos.

Me sonrojo.

—¡Cállate!

—En conclusión, me lleve tu honra antes de tiempo.

—Ay qué vergüenza. —Me cubro la cara con ambas manos.

—A lo que me refiero, hace unos días me dijiste que no te podía tocar más, así que sería un viaje aburrido —se burla.

Bajo mis dedos.

—¡Ankor! —chillo y luego reacciono—. Cielos, siempre te acuerdas de todo.

—Tengo buena memoria. —Mueve las cejas—. ¿Vamos a cochar?

—¡No!

Se carcajea.

—Era broma, me tengo que levantar temprano, ¿lo olvidas?

—Eh, sí —digo avergonzada.

—Apaga esa vela si no vas a leer.

Me sobresalto.

—¡Ah, sí! —Guardo el libro en mi mesita de luz y le soplo a la lámpara.

En la oscuridad me acurruco en su torso y cierro los ojos, tomando su mano. Sé que esta es una de esas noches que será efímera, un recuerdo, pero de todas formas la atesoraré.

Belleza de las Tinieblas #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora