Rebecca
Es bueno que Morket esté ocupado con esa guerra, parece egoísta lo que pienso, pero siempre he velado primero por mi supervivencia y esta no será la excepción.
Camino por el enorme corredor, podría ser hasta una sala, se oyen mis pasos y el eco de estos. Estoy completamente sola, hasta que me detengo. Una escalera que no había visto, aparece brillante desde el techo, su color es celeste y es cristalina, como los diamantes que vimos en los calabozos. No combina en nada con el ambiente oscuro del palacio.
Un hombre de cabello celeste y lacio, largo como el de Morket, baja por los escalones. Una vez que termina me observa, mueve sus uñas puntiagudas, del mismo color de su pelo, ese celeste brillante, las desplaza lento y me sonríe.
—Océano, increíble volverte a ver —dice como si estuviera sorprendido, pero creo que lo finge.
—¿Tú eres?
—Ah, sí, cierto, no recuerdas, soy Blus, Dios de los Sueños. —Camina hasta mí y toma un mechón de mi cabello, lo agarra fuerte en un puño, entonces lo tironea—. Para ponerte en contexto, tú no me caes bien, es que no me gusta la competencia.
Forcejeo, pero solo me suelta cuando los espectros se ponen en medio y nos separan. Como ráfagas, esas energías oscuras me empujan para que me aleje a una distancia segura.
—Los siervos de Morket siempre tan graciosos —Se ríe Blus—. Yo no hice nada. —Parece que se burla—. Sí, vayan, vayan a decirle a su amo, yo siempre pretendo molestarlo y lo sabe —habla tranquilo con esos espectros y algunos se van.
¿Le harán caso?
—Si tanto me odias podrías ayudarme a huir —sugiero.
Se ríe.
—Qué cómica, no sabes las veces que te oí decir eso. Si odias a alguien no lo ayudas a ser feliz, eso es estúpido.
—Sí, pero no tendrías que ver más mi cara.
—¿Con ese argumento convenciste a Desierto de que te llevara a Aeistian? —Enarca una ceja y parece que se sigue burlando.
—No me interesa el pasado, así que olvida tu estúpido rencor que ni te conozco.
—Rebecca, ¿cierto?
Me sobresalto.
—Sí.
—Tienes razón, pero no me caes mal por tu personalidad, o porque hayamos tenido una discusión en el pasado, tú me molestas por el simple hecho de tener mí misma esencia. —Mueve esas uñas largas—. Verás, cuando creamos a las Bellezas, un poquito de cada uno se repartió en ustedes y tuviste la mala suerte de que lo mío sea tu otro don ¿Sueños y océano? Qué horror, ¿no?
—De hecho parece bastante compatible, el agua tiene memoria y la memoria viene de la mente, por lo tanto puede ir a los sueños.
—Qué metafórica, aburrido, siguiente.
—Para ser un dios eres bastante inmaduro —opino.
Por suerte solo se ríe, fue una apuesta arriesgada provocarlo.
—Soy un consentido, ¿qué esperabas? Los sueños también pueden interpretarse como deseos, o sea que siempre obtengo lo que quiero.
—¿Y qué quieres?
Apoya su uña en su labio inferior.
—Por el momento, solo molestar a Morket. Aunque pensándolo bien, quizás podría reconsiderar tu pedido, con una pequeña modificación.
Me ayudará a huir, pero tengo que prestar mucha atención a la trampa.
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Belleza de las Tinieblas #4
FantasiYa no hay respuestas, solo un dios de las tinieblas, dispuesto a todo. Recuerda respirar, porque puede ser la última vez que lo hagas. *Por Viviana Valeria V. Saga Bellezas, libro #4