Alcohol.

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Mis venas se llenan de una sustancia que pica al pasar por mi garganta.
El líquido nada por mi cuerpo, una partícula a la vez, tocando cada uno de mis órganos.

Por fuera, una sonrisa tonta se instala en mi cara.
Por dentro, mis células bailan sin parar.

Uno, dos, tres, cuatro.

¿Cuántos son suficientes para dejar de pensar en ti?

Los pensamientos se acumulan, peleando por salir. Mi filtro se evapora y digo palabras de las que me arrepentiré.

Pero oh, me siento libre.
Me siento valiente.
Capaz.
Feliz.

Debo fingir que estoy bien al ver a mi madre. Por suerte tengo mucha experiencia en eso.
Las ideas gritan tres notas más altas que de costumbre.
Tu rostro aparece en lagunas de culpabilidad.

¿Qué hice?

Pero está bien.
Somos jóvenes.
Somos libres.
Nada nos amarra.
Ni siquiera el alcohol.

¿Verdad?

Absurda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora