No creo en la felicidad. Para mí no es posible tal estado, no es real, porque siempre habrá algo mal. Incluso, si llegase a considerarlo alguna vez, diría que es más efímera que un latido, más intangible que el tiempo, más invisible que el aire.
Por eso, hablo de una alegría temporal, de un estado de bienestar, de pequeños momentos muy buenos, pero nada duradero.
No me paso la vida buscando esa alegría temporal, me gusta que sea difícil de alcanzar porque cuando llega a mí, y lo noto, es una recompensa grande.
Reír un rato con amigos, poder dormir con total tranquilidad, abrazar a tu madre, agarrar la mano de alguien especial, o simplemente encontrarte en un sitio correcto, sólo, pero bien. Porque soledad no es sinónimo de estar mal, ni mucho menos, y es hermoso alcanzar la alegría temporal por tu cuenta, así recuerdas que eres independiente, que aún puedes lograrlo...
Tener la capacidad de sonreír en momentos donde pensaste que llorarías y decirte a ti mismo que todo está bien, que las cosas quizá no están en su lugar pero tú estás bien, estás vivo, y por una fracción de segundo sientes que puedes tapar el sol con un dedo y alcanzar la luna si te empinas, te sientes libre, y esa sensación es lo mejor que existe.
Muchos me dicen que soy pesimista, pero yo aprovecho las pequeñas dichas, bebo los momentos, los saboreo, porque sé que son escasos, porque sé que el cielo se puede poner gris, así que salgo a tomar el sol. Y quizá mientras disfrute las alegrías temporales esté pensando en el final, y quizá me guste pensar en el final, pero sé cuándo pasan y agradezco por ellas, las siento correr por mis manos y justo cuando empiezo a maquinar todo tipo de formas de que se arruinen, sonrío y me siento alegre. Y ahí es cuando sé que aún estoy viva.
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Absurda.
RandomCada loco con su tema. El problema es que tengo demasiados. Ilustraciones de Sara Herranz.