Al desnudo.

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A menudo me comporto como si nada me importara. Como si tal cosa como yo siendo rebelde pudiera pasar.
Pero la gente no sabe lo dependiente que soy de sus opiniones, y quizá soy muy repetitiva con esto, pero es de los rasgos que más oculto de mí.

Aparento ser segura y hablo con autoridad, pero por dentro tiemblo toda, de solo pensar que puedo estar mal.

Necesito estar acompañada, necesito que me digan que soy linda, inteligente, buena... Necesito que me digan que hago las cosas bien.
Y ahí radica el problema.
Porque nadie lo dice.

Pero también soy sorda a aquellos que lo susurran, porque quizá no les creo, o porque no son los que verdaderamente me importan.

Necesito que ciertas personas me acepten, y es tan importante para mí como respirar.

R
I
D
I
C
U
L
O

Pero así es mi pobre alma. Una prostituta de atención, se desvive por un par de palabras y una mirada.

Honestamente me avergüenzo de esta faceta de mí, tan débil y, con todo, tan humana.

Tan estúpida y tan malvada, porque oh, soy hiriente. Ni siquiera me avergüenzo de ello, de la capacidad de destruir a alguien con un par de oraciones, con una risa, con un gesto...
Conozco a la gente, sé qué los mata, porque casi siempre es lo mismo que me mata a mí.

A la chica sonriente de allá le diría que con suerte su sonrisa le conseguirá algún marido, que muy seguramente le será infiel, pero no lo dejará, porque debe mantener la fachada, y porque sus padres, que sólo viven presionándola, no verían bien un divorcio.

Al tonto que se cree el rey del universo le diría que de nada le sirven esos aduladores, si al llegar a casa su reino se derrumba, porque para su familia no es más que otro niño del mundo, y él mismo cree eso, pero no lo deja ver. Qué lástima que la goma de su máscara no dure para siempre.

A la callada de la esquina le diré que se calme, que su vida no es una mierda, que su familia la quiere, que no agrande las situaciones, que reaccione, que está sola porque el drama la ha vuelto ciega.

Y así, hasta aplastarlos a todos, intentando sentirme mejor.

¿Un secreto?

Nunca funciona.

Disfruto del mal ajeno, porque así olvido un tanto los míos. Eso me hace insegura, pero a los ojos de la gente me creo lo mejor.
Pobres tontos. No saben cuán necesarias son sus palabras. Ellos creen que me hieren pero sólo así soy capaz de hacer esto, de escribir esto, pensando que ellos piensan que está bien.

¿Otro secreto?

Para mí es horrible.

Eso me hace negativa hasta la médula. Podría escribir montones de libros y nunca me convencería de que cualquier palabra que salga de mí esté bien. Siempre veré el peor panorama, porque no me considero digna de algo mejor.

No me gusta el melodrama, pero siempre veo mi futuro rodeado de nubes negras con rayos cayendo en cada oportunidad que se me presente, calcinando mis opciones hasta que quede sin nada...

¿Un último secreto?

Así ha sido hasta el día de hoy.

Absurda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora