Libertad.

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Mi alma no conoce de libertad; no sabe lo que es caminar tranquila sin pesares, pudiendo hacer lo que quisiese, sin importarle nada.

Mi alma está presa de tantas cosas que me sería imposible contarlas. No existe libertad alguna cuando se tiene un corazón desdichado. Me la paso de ilusión en ilusión, decepción en decepción.

¿Por qué insisto en cortar mi libertad?
¿Por qué yo misma construyo obstáculos?

Nadie me amarra ni me arranca la libertad, sólo yo. Todas las libertades.

Libertad de creer.
Libertad de soñar.
Libertad de sentir.
Libertad de pensar.
Libertad de expresar.

Mi propia mente siente miedo, quién sabe qué podrá castigarme. Y mis palabras son borrosas porque no son tan libres como para ser firmes. ¿O lo son?

Mi libertad termina donde comienza la del otro. Pero muchas veces siento que mi libertad nunca empieza. Estoy tan encerrada en lo que podría pasar, en el remordimiento, en el miedo a repetir los errores, que he dejado de ser un alma libre desde hace algún tiempo.
Quizá haga cosas que se vean libres a los ojos de los otros, pero nadie realmente comprende cuán presa estoy de lo que digan.

Me confunden con una rebelde, porque no saben lo esclava que soy. Y es mejor así, mejor que me vean como un ejemplo de independencia y no como en realidad me saluda el espejo a diario: una pobre alma presa de su misma razón.

Soy libre de dejar de ser libre.

Soy tan libre que estoy amarrada.

Mi libertad terminó cuando me di cuenta de que ellos importaban. Cuando en lugar de ignorar esa importancia la abracé. Cuando me comencé a preocupar por lo que susurraran.
Ah, si supieran cuánto les temo, no me juzgarían tan duramente.
"¿No que no te importa el qué dirán?"

Soy libre de mi propio pensamiento y soy presa de la sociedad.

Absurda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora