Por años me han dicho que cambiar no le hace mal a nadie, que no está de más "mejorar" algunas cositas.
Pero cuando moldeas demasiado tu personalidad, cuando te sales de sus parámetros, te dicen que "cambiaste" en un mal sentido, a veces con ojos llorosos, o con palabras afiladas.Entonces decidí que cambiar no era tan buena idea, porque si debía cohibirme era estúpido.
Y luego me vi al espejo y vi lo que me temía: era como ellos querían, era una copia del resto, la típica chica que piensa las típicas cosas, habla de los típicos temas, anda con las típicas amigas y se viste con la típica ropa.Y me odié.
Odié cada centímetro de mi piel, porque no me pertenecía, y estaba tan sumisa en sus reglas que ya no sabía cómo volver a quién era.
Y ellos me ayudaron.
Una decepción tras otra, un mal tras otro, me mostraron cómo debía ser, cómo tenía que tratarlos, qué se merecían de mi.
Y me volví fría.
Y me dijeron que no era yo misma, luego gritaban que era amargada porque "estaba de moda", y finalmente destruyeron mi alma al decirme que no tenía personalidad.
Y cambié.
Dejé de ser tan mala y por momentos quise volver a serlo, porque esos que se juraban mis amigos no lo parecían en ciertas ocasiones. Pero el cambio era necesario y aún lo considero así.
Quizá viva en el limbo por siempre, buscando mi verdadera forma de ser, pero mientras tanto procuraré evitarme la menor cantidad de desaires y evadiré la soledad.
Porque ya he descubierto que no es una buena amiga.
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Absurda.
RandomCada loco con su tema. El problema es que tengo demasiados. Ilustraciones de Sara Herranz.