Sero creía que era una buena idea pero tenía bastante dudas acerca de la sonrisa de su padre.
Ese hombre no hacía nada por la buena voluntad de su corazón. No que fuera malo, solo que creía que uno debía ganarse las cosas que deseaba.
Que su padre le entregará las llaves de una mansión en la playa que estaba a nombre de la constructora era algo que le hacía dudar mucho sobre sus motivos.
Pero, no era por esa razón que estaba en su oficina.
Hanta dejo la llave de lado y Kenta no dijo nada sobre ello. El aire acondicionado del lugar era insano para ambos hombres, pero de apagarlo el caluroso clima no dudaría en arremeter en su contra. Así que, los dos se aguantaban mientras se sostenían la mirada.
Y al final, quien perdió fue el menor cuando su padre soltó una risa baja.
—Vamos, hijo. Ya dime de una vez que traes en esa cabeza —pidió en un tono divertido y amable —No poseo la telekinesis de tu madre. Soy un simple mortal.
Hanta contuvo la sonrisa en sus labios al ser tan fácilmente descubierto por su padre y se reclinó en el sillón de la oficina. Desde esa posición, admiro algunos rasgos de su progenitor.
Eran muy parecidos pero Kenta era más bajo que él y su pelo negro presentaba ya las primeras canas de la vejez, su cuerpo si bien estaba en buena forma por su trabajo ya no podría levantarlo si lo quisiera como cuando era niño. Y pese a que su padre era muy sonriente y alegre cuando estaba con él, con los demás era más severo y frío.
Él sabía que tuvo unas cuantas novias después de la muerte de su madre. Y no podría decir que estaba enojado por eso, lo entendía. Su padre deseaba compañía, alguien a quien amar y poder dejarse amar.
Desafortunadamente, sus dos abuelas paternas y maternas le contaron que el único gran amor de su padre sería su madre y que nadie podría jamás volverlo hacer sentir de esa forma.
Hermoso pero muy trágico.
Al pensar en aquellas cosas, el azabache sintió un nudo subir por la garganta pero la desición ya estaba tomada desde antes. Quizás, desde el momento en que conoció a Bakugou Katsuki.
Ojalá que conocerlo, que ser su amigo, que sentir algo más por él, le ayudará en aquel momento.
—Yo...tengo que pedirte ayuda sobre algo.
Sinceramente hablando, Kenta Sero en sus cuarenta años de vida nunca se había sentido tan fuera de lugar como en aquel momento y peor, era su hijo quien le estaba contando tal tontería.
Si su esposa Chika estuviera viva, se estaría riendo descontroladamente de lo que él estaba escuchando.
Oh, bueno, ¿quien decía que no se estaba riendo ahora?
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Un interés inesperado [SeroBaku]
FanfictionSero Hanta no entendía nada de nada. Y para su desgracia la única persona que podía ayudarlo era la causa de sus problema, Bakugou Katsuki. Así que sus únicas opciones eran preguntarle a Kaminari, Kirishima o Ashido porque cada vez que veía al ceniz...