Kenta, Chika y Hanta.

654 86 41
                                    

Desde que nació, supo que su existencia sería algo que eventualmente solo sus padres podrían recordar y eso no aminoraba su dolor, sino que lo incrementaba.

Si tuviera hermanos, ellos podrían compartir esa pena con sus padres y apoyarlos. Si tuviera tíos o abuelos, ellos podrían acompañar a sus padres en los peores momentos. Si solo ellos tuvieran a alguien más, ella no vería nada malo en dejar este mundo.

Chika solo deseaba que sus padres llegaran a ser felices una vez ella ya no estuviera.

No le importaba realmente lo que pasara con ella misma despues de eso.

No le importaba realmente lo que pasara con ella misma despues de eso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Kenta...Sero. Kenta Sero, ¿Sero-kun?

Leer lo que decía el pequeño gafete era difícil pero no imposible. Aunque cuando ese chico se movió ella no tuvo más oportunidad de confirmar su nombre y apellido.

Y eso que quería darle las gracias correctamente por llevarla a la enfermería.

—Descuida, la enfermera debe estar por llegar. No te preocupes, ¡me quedare contigo!

Chika quiso decirle que su tono de voz tan elevado le hizo dolor la cabeza, en cambio, sonrió pacíficamente lo que hizo que por algún extraño motivo ese muchacho de cabello azabache y complexión delgada se ruborizara.

Lo encontró lindo. Muy adorable para un estudiante de secundaria.

—Lo siento, somos compañeros de clase pero no me sé tu nombre y eso que tú me ayudaste tanto —su voz sonaba ronca y lastimada, tan débil que sentía pena de sí misma — ¿Me lo podrías decir, por favor?

El azabache asintió frenéticamente con la cabeza pero no dijo ni una palabra. Lo que hizo a la joven sonreír y de haber sido capaz de reírse, lo hubiera hecho.

Desgraciadamente, sus cuerdas vocales arderían como si tuviera un metal caliente en la garganta si lo hacía.

— ¡Oh, lo siento! Es Kenta Sero, puedes llamarme Kenta —respondió nervioso el azabache luego de darse cuenta que se había quedado en silencio — ¿Puedo llamarte Chika...san?

El sufijo fue puesto de último, con una clara nota de nervios y anhelo.

Chika se sonrojo un poco, ¿acaso le gustaba a aquel apuesto joven? Ella no creía tener nada atractivo que pudiera gustarle. Su cabello era muy corto, de color castaño suave y estaba segura que en un par de meses estaría casi pelada en el lado sur de su cabeza, lo cual le hacía deprimirse. Aparte de eso su tez era blanca pero no al nivel de una muñeca de porcelana, sino que se veía como bastante insalubre y que necesitaba del sol más tiempo.

Y sus ojos...no es que los odiará. Eran bonitos, de color café como los de su padre. Pero tenían debajo de ellos unas horribles ojeras violetas que aún con todo el maquillaje de su madre se seguían notando.

Además, en la escuela apenas —por no decir nada— destacaba, viniendo solo los días que se sentía bien o regularmente bien, no tenía amistades ni nadie la conocía a fondo y no podía hablar mucho con los demás al sentirse tan excluida desde el inicio. Aparte de que ella era mayor que todos por un año.

Un interés inesperado [SeroBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora