Epílogo

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[Kazuya: Pacífico. Ikki: Muchas estrellas. Tsubasa: Alas]

La escena era...caótica.

Dos niños con ojos de cachorro mojado, sus cabellos azabache y castaño llenos de harina, sus ropas nuevas arruinadas y rodeados de fragmentos de vidrio. Uno de ellos tenía siete años y era mucho más pequeño que el que estaba a su lado, el cual tenía diez años. A su vez, el niño de diez años era más bajo que la adolescente completamente roja que miraba a uno de sus tíos con pena y terror mezclados.

Kazuya e Ikki Sero junto con Tsubasa Kirishima deseaban esconderse tras las espaldas de sus tíos más amables, pero estos no parecían dispuestos a dar un paso al frente por ellos.

Excepto uno.

Izuku Togata estaba entre la risa y el pánico, vacilante se puso ante Katsuki Sero, el padre adoptivo de tal desastrosos chicos a quienes miraba con tanto enojo.

—Kacchan, no te enojes —susurro suavemente el pecoso —Kazuya-kun e Ikki-kun no debieron tener malas intenciones, ¿verdad?

Ambos niños se miraron y giraron la cabeza sin querer decir nada al respecto. La adolescente pateó el tazón de galletitas tras de ella para que los adultos no lo vieran pero el ruido mismo hizo que los mayores lo notarán. De ser posible, los niños la miraron con odio y de forma telepática la llamaron idiota.

Los ojos rojos del cenizo se crisparon al ver la razón de tal crimen y el hombre azabache a su lado, se limitó a suspirar.

A Sero Hanta le saldrían canas muy rápidamente con la familia que tenía.

—Niños, ya les hemos dicho que no se suban ahí por el tarro de galletas —reprocho el azabache — ¿Saben el susto que pasó Katsuki camino aquí?

Los niños se vieron, por primera vez, realmente apenados y el ceño fruncido del cenizo se relajo, aunque cuando noto un corte apenas perceptible en las manos de uno de sus hijos, corto su distancia y lo agarro suavemente.

Entonces, fue Ikki quien al ser más pequeño que su hermano subió ágilmente al mesón de la cocina e intento llegar hasta el frasco con galletitas. Seguramente, en su camino al patio trasero dónde estaban todos los adultos, Tsubasa los vio y como su padre, no midió sus palabras antes de gritar, "¡cuidado!" Al creer que el niño caería.

Siendo lo único que logró con eso hacer que el pequeño Ikki de verdad se cayera y se llevará con él dos paquetes de harina. Por suerte, Kazuya estuvo atento y atrapó a su hermano menor antes de ser ambos cubierto por la harina y escuchar cómo el frasco de vidrio reventaba contra el piso, haciendo que con ese ruido todos los adultos, sus padres incluidos, vinieran a ver qué rayos había pasado.

— ¿Te duele, mocoso? —pese al tono brusco, la pregunta fue hecha llena de preocupación por parte del de ojos rojos.

Ikki se sintió mal, muy culpable y se abrazo al mayor. Le llegaba apenas al estómago y su cabello castaño lleno de harina se puso sobre su ropa, pero eso no parecía molestarlo. Sus ojos verdes miraban tristemente hacía arriba e hizo un adorable puchero.

—Perdón, papá —se disculpo el menor —Kazu-onichan y yo solo queríamos algo dulces. No te enojes.

Kazuya tomo eso como una invitación a rogar por piedad por parte de su astuto hermanito. Así que también se abrazo al cenizo, llegando él hasta su pecho y lo miro con sus ojos cafés arrepentidos.

—No te enojes, papá. Vamos a limpiar —dijo dulcemente —Lo prometo.

Pequeños manipuladores.

Sero soltó una pequeña risa y le mando una mirada a sus amigos que decía que podían volver al patio trasero dónde se estaba celebrando una pequeña fiesta.

Un interés inesperado [SeroBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora