Una pintura, un recuerdo.

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Ikki era quien hacía este tipo de cosas, no Kazuya. Pero la curiosidad era más grande que él y no pudo evitar entrar en el estudio de su padre para ver esa colección, ¡estaba muy emocionado!

Y es que él adoraba el arte. Desde que estaba en ese orfanato católico en Estados Unidos que le gustaba. No importaba si era algo clásico o el último grafiti hecho en las calles, ¡a él le encantaba!

Por eso quería ver con sus propios ojos lo que su padre había hecho. Él era su artista favorito en el mundo entero. Así que por supuesto, ¡deseaba ser el primero en ver tales obras!

Su mamá —nunca le diría de esa forma ante otros pero en su corazón, el cenizo era su madre— le había contado como funcionaba el segundo trabajo de su padre. Que aparte de ser el jefe de la constructora familiar, él era parte de una reconocida academia de arte y hacía sus obras bajo el sinónimo de CelloPhane. Los motivos de su padre para el anonimato era porque no quería la fama que llevaban sus pinturas, solo que los demás pudieran disfrutarlas.

Incluso, cuando Kazuya e Ikki fueron adoptados, Hanta pinto su dormitorio de dos formas diferentes según el gusto de los niños. En el lado del menor se podía apreciar el universo, la tierra, la luna y las estrellas. En el lado del menor todo era azul, el océano y los delfines.

Kazuya amaba su cuarto y su hermano menor también. Incluso ya tenían planes de pedirle a su padre volver a pintarlo, ¡pero que está vez les dejará ayudarlos!

Hanta seguramente lo haría, entre risas y sonrisas los dejaría ayudarle mientras que Katsuki empezaría a quejarse falsamente que mancharian toda la casa de pintura.

El azabache se rió alegremente al pensar en eso y prendió las luces del estudio, cerrando la puerta con cuidado al final. Había un total de cinco pinturas, las que debían ser de la colección de su padre y como no estaban tapadas fue a verlas con cuidado.

La primera pintura mostraba a cuatro niños y una sola niña. Estaban jugando en lo que parecía un patio escolar de un jardín de infantes, sus sonrisas eran puras e inocentes. Para el de ojos café fue fácil identificar a esos niños como sus padres y sus tíos. Cuando vio el título de la pintura no pudo evitar asentir con aceptación.

Amistad.

Sus padres y tíos —exceptuando a su tío Deku— se conocieron en Yuei, una prestigiosa preparatoria en la que él ahora cursaba su segundo año. Y aunque todos ellos eran hoy en día adultos con carreras, familia y responsabilidades aún tenían ese espíritu infantil dentro suyo.

En su interior, seguían siendo pequeños niños.

A Kazuya le gustó mucho la pintura. Suponía que en ella su padre puso sus recuerdos de aquellos días de juventud e inocencia. Luego de admirarla unos segundos más fue a la siguiente.

En esta había una pareja y un...¿dragón? Un dragón color rojo algo aterrador y demasiado realista para el menor. La pareja eran dos caballeros, uno con un escudo y el otro con una lanza. No parecía ser una batalla pérdida pero Kazuya tampoco podía afirmar que esa pareja fuera a ganar con tal imponente criatura como oponente. Además, los colores rojos y amarillos alrededor del dragón lo mostraban como alguien sumamente poderoso mientras que los caballeros eran envueltos con sombras negras.

¡No pierdan, no pierdan! ¡Ustedes pueden!

El castaño se sonrojo un poco ante sus pensamientos pero esa pintura le causó un gran impotencia por no poder ayudar a la pareja. Dando un suspiro, agachó ligeramente la cabeza para leer el título.

Valentía en batalla.

Era muy adecuado. También le hizo pensar que tal vez la idea de la pintura no era hacer sentir al observador frustrado porque los caballeros no pudieran derrotar al dragón rojo, sino que debía prestar más atención a que ellos lo estaban intentando con todas sus fuerzas.

Un interés inesperado [SeroBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora