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            Al llegar a la mansión, Edward bajó del caballo y luego cogió a Sairin en brazos. Estaba exhausta y apenas podía moverse del susto. La llevó a su habitación y la recostó.

            -Intenta descansar un rato.

            Sairin asintió, aún lloraba.

            Edward le dio un beso en la frente y luego salió de la habitación. Sairin se recostó y al momento se quedó dormida. Edward se metió en su despacho frustrado. Su idea de ir a cabalgar le había salido por la culata. Alguien quería a Sairin y él no hacía más que exponerla.

            Se dedicó a mirar el correo y vio una invitación a una fiesta en una casa de campo. Rápidamente dejó la invitación a un lado. Ni por asomo llevaría a Sairin a esa casa. Debía protegerla.

            La puerta se abrió de repente y apareció Jake en el umbral.

            -¿No ibas a ir con lady Sairin de paseo a caballo?

            -Y fuimos, pero hubo un percance.

            -¿Qué clase de percance?

            -Alguien asustó al caballo de ella y se encabritó. Estuvo a punto de caer al Támesis.

            -¿Al Támesis?

            -Sí.

            Edward se llevó las manos a la cabeza y se masajeó las sienes.

            -Impresionante- dijo Jake sorprendido.

            -No debí haberla sacado de la casa.

            -Hermanito, no es una prisionera, además tú no debes la culpa.

            -Lo sé, pero cada vez que sale sucede algo y no quiero que le pase nada mientras esté bajo mi vigilancia.

            Jake lo miró inquisitivo y enarcó una ceja.

            -Te estás tomando muy a pecho la vigilancia ¿no crees?

            Edward miró a Jake con el ceño fruncido.

            -¿Qué estás queriendo decir?

            -Bueno, una preocupación bastante visible, el deseo de tenerla para ti salta a la vista, creéme, sé lo que me digo.

            -Sí, sólo dices tonterías, además, ¿a qué has venido a mi despacho?

            -Debía escribir una misiva.

            -¿Otro corazón que vas a romper?

            -Algo así.

            -¿De quién se trata ahora?

            -La joven Emily Donelly.

            -Pues venga, escribe esa misiva.

            Jake se sentó, cogió papel y pluma y escribió una breve nota a Emily Donelly.

            Sairin abrió los ojos lentamente, ya era media tarde, y se sentó en el borde de la cama. Sus ojos estaban enrojecidos de llorar. Aún palpaba el miedo, sólo de pensar en que estuvo a punto de caer al Támesis le daba escalofríos.

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