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            Llegó el día de la fiesta, ya todo estaba listo para recibir a todos los invitados de los que habían recibido respuesta que iban a asistir. Edward estaba en la habitación vistiéndose al igual que Sairin que ya estaba peinada y maquillada. Se había hecho un moño al estilo griego dejando caer algunos rizos.

Se estaba poniendo el vestido y no llegaba a los botones traseros, pero no quería pedirle a Edward que la ayudara. Así que siguió intentándolo. Él que la vio apurada, se acercó y le dijo:

-Deja que te ayude...

Ella lo miró y seguidamente se dio la vuelta para que él le abrochara los botones. Sairin se tensó al sentir las manos de él en su espalda y le vino a la mente, las noches de amor en el lecho que últimamente no habían sido muy placenteras.

Cuando él terminó, ella se dio la vuelta y se alejó rápidamente para buscar sus zapatos.

-Gracias- susurró ella.

-¿Se puede saber dónde está tu doncella?

-La mandé a ayudar en la cocina, Amanda y la cocinera necesitan bastantes manos y está con ellas.

-Primero tenía que haberte ayudado a ti.

-Bueno, la cuestión es que ya tengo el vestido puesto así que no creo que haya que llamarla.

Touché. Ahí le había dado. Ella tenía razón. Se había excedido al decirle que le abrochaba los botones. Sentir su cálida piel había sido un golpe certero en su entrepierna donde su miembro ejercía presión sobre sus pantalones.

-Yo ya estoy listo, te veo abajo- dijo él.

-De acuerdo, yo voy a arreglarme el maquillaje y enseguida bajo.

Edward salió de la habitación mientras ella se sentaba frente al espejo y se miraba fijamente. Él no le había dicho nada de su vestido nuevo, ni siquiera algo de su peinado. Después de retocarse, bajó al salón para comenzar a saludar a los invitados de la fiesta.

Catherine ya la esperaba para saludarle y mostrarle su nuevo vestido. Un vestido de cinturilla alta de color celeste con un amplio escote, con lazos azules más oscuros. Llevaba la melena suelta con dos peinetas, una a cada lado de la cabeza, dejando su cara totalmente descubierta.

-¡Hola, amiga!- exclamó Catherine entusiasmada- ¡oh Dios mío, estás bellísima!

Sairin llevaba un vestido de escote cuadrado bastante amplio, dejando gran parte de sus senos al descubierto, de color granate, con cinturilla alta. Los lazos que tenía el vestido eran de color del oro, resaltando así su maravilloso pelo oscuro.

-No tanto como tú, Cathy.

-Gracias- dijo Catherine sonriendo- ¿te encuentras mejor de los mareos y las nauseas?

-Bueno... más o menos.

-¿Sigues vomitando?

-Sí, pero no te preocupes, estoy mejor.

-Debería verte un médico.

-Que no, no hace falta, calla, que se acerca Edward y no quiero que se entere.

Edward se acercó a las dos y miró a Sairin. Realmente estaba bellísima y su deseo por ella era mucho mayor, pero debía contenerse. Enseguida, notó la mirada de Catherine sobre él. Una mirada que delataba desprecio. Se lo merecía por separar a la mujer a la que amaba de su lado.

Atrápame en tu pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora