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            Pasaron varios días en los que Sairin y Edward no comentaron sobre la noche en que ella le confesó todo su amor y devoción hacia él. Él siempre evitaba encontrarse con ella y por eso, cada amanecer, se levantaba temprano y se metía en su despacho hasta bien entrada la noche donde él volvía al lecho para hacer el amor con ella.

Así sucedía todos los días, en los cuales Sairin empezó a planear la fiesta que daría, su marido le había dado la confirmación a través de una breve nota que le había dejado sobre la almohada. Una nota que decía así:

"Sairin:

He decidido dejarte hacer esa fiesta, hoy estaré fuera de casa así que no me esperes despierta. Un beso.

Edward."

Gabriella se dio cuenta de la distancia que habían puesto su señora y su amado, cosa que la alegró bastante aunque a veces le remordía la conciencia al ver la cara afligida de Sairin, la que apenas probaba bocado.

-¿Se encuentra bien, señora?- le preguntó la mañana en que Sairin vio la nota y que aún contenía en su mano.

Sairin la miró y sonrió levemente, pero su mirada estaba totalmente apagada y sin vida.

-Sí, tranquila.

-¿Seguro? No tiene muy buen aspecto.

Sairin giró la cara para que su doncella no viera las lágrimas que salían de sus ojos.

-Segura, es solo que llevo unos días sin dormir- se limpió las lágrimas y sonrió.

-Señora, soy su doncella, sabe que puede contarme lo que quiera.

-Gracias, Gabriella, ¿sabes? Pensé que no te gustaba ser mi doncella, pero te he tomado cariño.

Gabriella se sorprendió ante las palabras de Sairin.

-Agradezco su aprecio, señora.

-No hay de qué, Gabriella.

Sairin se levantó y de repente sintió nauseas, se tapó la boca.

-¿Se encuentra bien?

Gabriella, rápidamente le alcanzó algo para que vomitara y le sujetó la frente. Cuando terminó, la joven le alcanzó una toalla para que se limpiara la boca. Se había puesto pálida de repente y la doncella la ayudó a recostarse para que se le pasara el mareo.

-Gracias...- susurró Sairin con los ojos cerrados.

-¿Se encuentra mejor, señora?

-Sí, ya se me ha pasado un poco- de repente, comenzó a llorar de nuevo y Gabriella la miró sin comprender- ¿sabes lo que se siente al no ser correspondida? ¿A no tener el amor de la persona a la que amas? Sentir que el corazón se te parte de dolor, sentir que no eres feliz con tu esposo a pesar de que lo ames con todo tu ser. Lo siento, te estoy aburriendo con mis comentarios.

Sairin se limpió las lágrimas de nuevo y se levantó para vestirse. Gabriella sintió pena de ella. Su amor por lord Edward tampoco era correspondido, al igual que el de ella. Se acercó al armario y soltó un largo suspiro.

-¿Qué desea ponerse hoy, señora?

-Cualquier cosa, no tengo humor para nada.

-Pero debe preparar la fiesta.

-¿Me ayudas a prepararla?

-Estaré encantada de ayudarla.

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