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            El camino hasta la casa de lord Edward parecía interminable. Ella se sentía cohibida ante la presencia de él, encima su único vestido decente estaba manchado de sangre. Las preguntas que tenía en la mente pugnaban por salir. A medio camino, no lo soportó más y habló con la voz un poco ahogada.

            -Usted lo sabe ¿verdad?

            Lord Edward la miró a los ojos.

            -Saber ¿qué?

            -Lo que me oculta mi tía, sí, seguro que lo sabe, y esto tiene que ver también con lo del accidente ¿verdad? Contésteme…

            -Por supuesto que lo sé… pero no es mi deber decírselo…

            -No puedo aguantar hasta mañana para saber por qué intentaron secuestrarme y el otro día intentaron atropellarme, seguro que tienen alguna relación, alguien quiere verme muerta pero ¿por qué? Yo no he hecho mal a nadie, es más, casi nunca salgo de la casa de mi tía… no puede ser por despecho porque nunca he estado con un hombre…

            Al decir esto se tapó la boca con la mano y miró a lord Edward que la miraba fijamente, ella se puso colorada pero dio gracias a que la luz era mínima y casi no se le veía el rostro.

            -Perdóneme, estoy diciendo incoherencias…

            -No se preocupe, es normal en su estado.

            -Se lo ruego, lord Edward, explíqueme por qué, necesito saberlo…

            -Deberá esperar a mañana… ya le dije que no era mi deber contárselo.

            De repente, el coche se detuvo. La joven miró por la ventana y vio la espléndida mansión de lord Edward. Una gran mansión construida con piedra dando la impresión de una gran fortaleza. Alrededor de la mansión había una gran extensión de jardín con algunos árboles repartidos por él.

            -Hemos llegado…

            Lord Edward, se bajó del coche y ayudó a Sairin a bajarse. Luego se dirigieron a la entrada.

            -Tiene una casa hermosa…

            -Gracias.

            No tan hermosa como tú. Pensó él.

            Al entrar, Sairin vio el amplio recibidor donde se pudo apreciar varias puertas que conducían a varias habitaciones, justo frente a ella tenía las escaleras que conducían al piso superior, los escalones eran tan blancos que cualquiera diría que por allí pasaba gente todos los días. Sus paredes pintadas de color crema estaban decoradas con cuadros de hombres y mujeres de aspecto noble, Sairin supuso que serían antepasados Forrester ya que la mayoría poseían los hermosos ojos que tenía Edward.

            Al ver las ropas que lucían las mujeres de los cuadros, Sairin se acordó de una cosa.

            -Perdone, lord Edward.

            -Dígame, lady Sairin…

            -Es que, no tengo ropa de cama ni nada para cambiarme.

            -Vaya, es verdad y el servicio no vuelve hasta mañana, me parece que tendrá que dormir con ese vestido o sin nada.

            Sairin sorprendida e inconscientemente se llevó las manos a los pechos y lo miró.

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