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            El doctor salió de la habitación de Jake dejando a este y a su hermano, solos. Jake tenía el pie derecho vendado y reposaba sobre algunos cojines. Edward, entonces se sentó a su lado.

            -Edward, puedes irte, voy a estar bien.

            -No tengo sueño, Jake.

            -Qué raro...- murmuró sarcásticamente- ¿qué es ahora? Mi pierna seguro que no es...

            -¿Cómo no va a ser tu pierna? Esa lámpara podría haberte matado...

            -Pero no lo hizo, estoy vivito y coleando.

            -¿Sabes que podrías quedarte cojo de por vida?

            -Eso sí que son ánimos, ¿sabes la cantidad de damas que me visitarán ahora que estoy aquí con una herida de guerra?

            Edward enarcó una ceja.

            -¿Herida de guerra?

            -Claro, he salvado a lady Catherine de haber muerto por una lámpara. He salvado a una damisela en apuros.

            -Ya veo, ya.

            Edward se masajeó las sienes con los dedos, estaba muy cansado y desde que entraron en el salón, no volvió a ver más a Sairin. Sabía que estaba con Catherine Rowling, aún así, no quería perderla de vista ni un segundo.

            -¿Qué te pasa ahora?

            -Nada, Jake...

            -A mí no me engañas, ¿qué pasó con lady Sairin?

            -He estado a punto de robarle la inocencia.

            Jake lo miró sorprendido, nunca había visto a su hermano tan atormentado por la presencia de una mujer. Siempre había sido un hombre con entereza, difícil de sacarlo fuera de sí. Un hombre firme como un castillo, pero ahora, con la presencia de Sairin, se estaba desmoronando poco a poco.

            -¿Sabes el riesgo que corres si la desfloras?

            -Claro que lo sé.

            -Pues ten cuidado, amigo mío...

            -Tú menos que nadie debes darme consejos, que cualquier día me viene una de estas damas diciéndome que la has dejado embarazada.

            -No digas eso ni en broma, además, nunca me he acostado con ninguna de ellas.

            -De todas formas. Pero bueno, mejor descansa.

            -Tú también.

            Edward se levantó y se dirigió a la puerta, antes de salir respondió:

            -Eso espero.

            Dicho esto, salió y cerró la puerta. Edward se dirigía a su habitación pero al ver la puerta de Sairin se acercó para ver si ella volvía a hablar en sueños. Pegó la oreja a la puerta y no oyó nada.

            Puesto que no oyó nada, se metió en su habitación y sin cambiarse se acostó en la cama con las manos bajo la nuca y se puso a mirar al techo.

            Se estaba volviendo loco de deseo por Sairin, pero no podía robarle la inocencia de esa manera. Era un falso compromiso y debía llegar virgen al matrimonio.

Atrápame en tu pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora