17

224 30 6
                                    

            El Depredador corrió hasta el bosque con su caballo y llegó a un lago donde se reuniría con el hombre que lo había contratado. Se bajó del caballo y lo acercó al lago para que bebiera agua.

            Al momento, apareció el noble montado en su caballo.

            -Al fin aparece- dijo el Depredador.

            -No me metas prisas, yo mando sobre ti, te lo recuerdo- dijo el hombre.

            -Perdone, mi señor- dijo el Depredador irónico.

            -Tú disparaste a la chica ¿verdad?

            -Sí, pero no pretendía matarla por eso apunté de manera que sólo la rozara.

            -Muy bien porque yo intenté que le cayera la lámpara del salón de baile, pero no estaba cuando cayó y casi le cae a la amiga encima. Bueno, también podría deshacerme de ella, no la soporto.

            El Depredador lo miró y lo cogió por la levita con furia.

            -¿Cómo ha dicho?

            -Tranquilo, hombre.

            -¿Tranquilo? Estuvo a punto de matar a otra mujer ¿y me dice que esté tranquilo?

            -¿Tú no matas a gente por dinero?

            -Sí pero solo mato a esa persona y no a una persona inocente. No la vuelva  tocar o yo me encargaré de matarlo a usted.

            -Ni que te hubieses fijado en la mujer.

            -Me da igual lo que piense, pero no la toque.

            -De acuerdo. ¿Tienes algún plan para atrapar a la otra?

            -Estoy pensándolo.

            -Siempre me dices lo mismo ¿no será una excusa?

            -No son excusas, espero que no toque a la mujer. Ahora me tengo que ir- dijo soltándolo finalmente.

            -Seguiremos comunicados.

            -De acuerdo.

            El Depredador se montó en su caballo y se marchó al galope. Luego, el noble al verlo desaparecer, hizo lo mismo.

            El domingo llegó sin incidentes y Edward no se separaba de Sairin. La joven que ya no aguantaba más se levantó.

            -Sairin, ¿qué haces?

            -No puedo estar acostada, necesito moverme un poco.

            -La herida aún está abierta.

            -Edward, no puedo permanecer acostada ¿o si no cómo me iré de aquí hoy?

            -Te hubiera llevado en brazos.

            Sairin abrió los ojos desmesuradamente.

            -Edward, eso no sería adecuado y lo sabes.

            -No entiendo por qué, vas a ser mi esposa.

            Una esposa que no deseas, pensó ella.

            -De todas maneras ¿quieres dar más credibilidad a los rumores?

Atrápame en tu pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora