Extra

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HACHE

Aprieto el gatillo y la sangre sale disparada salpicándome en la cara. Cientos de gotas manchan mi ropa y piel al instante y no es algo que me preocupe porque estoy más que acostumbrado. Además de que significa que el trabajo está hecho.

—Llama a Iván —le ordeno a Jota, poniendo el seguro al arma para limpiarla y no llevarme un susto—. Dile que los franceses ya no molestarán más.

Jota se aleja para informar a nuestro jefe mientras yo me entretengo sacando la bolsa para cadáveres del armario. Sería demasiado incompetente por nuestra parte sacar los tres muertos de la casa sin algo que los cubra y para tener menos probabilidades de ser descubiertos, las bolsas irán rodeadas por alfombras al más puro estilo mafioso para que esta noche alguno de nosotros tire los cuerpos al mar. Un clásico.

Abro la bolsa y, con dificultad, comienzo a meter el primer cadáver en la bolsa. Todavía está caliente y recuerdo que eso me repugnaba, pero ahora ya me resulta tan normal como respirar.

—Uno listo, quedan dos —me digo a mí mismo cuando cierro la cremallera.

Jota llega pisando los escalones con fuerza, como si tuviera prisa y veo que así es cuando escucho su agitada respiración.

—¡La Dama está pariendo!

Me alarmo.

—¡No la llames así! —le ordeno, sabiendo bien que Jessica odia que la llamen Dama porque nunca aceptó llevar el brazalete—. Termina con los muertos y reúne a los demás para ir al hospital.

Salgo del sótano y me encamino hacia la ducha con rapidez para estar listo cuanto antes.

Bajo el chorro de agua imagino cómo lo debe estar pasando la pobre Jessica. Seguro que está renegando y reprochándole a Iván él no haber vivido más cerca del hospital porque a mi hermano se le metió en la cabeza vivir en un sitio apartado de la civilización para que ella pudiera descansar durante su embarazo. Fue una idea buena porque así Jessica no se estresaría con las cosas de la mafia, pero Iván debió escucharla cuando le propuso volver aquí para estar más cerca cuando el bebé naciera.

«Qué cabezón ha sido siempre», pienso saliendo de la ducha.

Me seco rápido y me visto más de prisa todavía para marcharme lo antes posible.

Por el camino veo a algunos compañeros y les pido que ayuden a Jota antes de que ninguno se vaya a ver al bebé porque a Iván no le gustaría que dejasen el trabajo a medio hacer. Primero las obligaciones y luego el ocio, y mi obligación ahora es conocer a mi sobrino.

—Mi sobrino... —susurro para mí, entrando en el vehículo.

Me pongo en marcha sin poder creerme del todo que vaya a tener más familia a parte de Iván. No voy a engañarte, me hace muchísima ilusión. Desde que supe que Jessica estaba embarazada he imaginado este momento y ahora que ha llegado no sé cómo coño actuar.

Me alegra que sea ella quien le dé descendencia a Iván porque sé que es una buena mujer, la mejor de todas las que he conocido y como hermano me siento en paz con la idea de que ambos se quieran tanto. En su momento, yo deseé ser el dueño de sus sonrisas y ser la primera persona en la que pensara al despertar, pero me rendí... Dejé de intentar luchar contra lo que ella sentía porque no estaba bien. Yo la quería y aún la quiero, y por muchos sentimientos que tuviera hacia ella, no podía obligarla a amarme porque no era lo correcto. Yo llegué a quererla tanto que su felicidad estaba por encima de lo que yo sentía y ahora me doy cuenta de que ese es el verdadero amor: querer tanto a alguien que no le pones cadenas, sino que dejas que vuele libre hacia lo que realmente le hace feliz... Y esa felicidad era Iván.

Riesgos TentadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora