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Los cristales de las ventanas explotan por las balas que impactan creando esquirlas que se atraviesan en nuestro camino y que se incrustan en nuestras pieles como agujas. No dejo de gritar cada vez que una ventana estalla o el sonido de un disparo retumba, ni siquiera siento seguridad por estar agarrada por Castelier. El corazón se me quiere salir por la boca con cada grito que doy y no entiendo cómo es que mis piernas siguen el ritmo del hombre que tengo delante.

Grito con todas mis fuerzas cuando un disparo se escucha desde atrás y la bala pasa muy cerca de mí, impactando con la pared que hay delante.

Si tuviera aquí mi equipo de asalto...

—¡Mierda! —ruge él.

Me empuja hacia una puerta abierta y nos escondemos detrás de una pared. Su mano está sobre mi vientre para evitar que me mueva, en cambio, él saca una pistola de la cinturilla de sus pantalones y asoma la cabeza lo justo por la puerta. En ese mismo momento una bala impacta contra el marco de la puerta y me encojo en mi lugar.

—No te muevas —me susurra. Empuña el arma con fuerza y saca la mitad del cuerpo por la puerta, disparando tres veces seguidas mientras yo me tapo los oídos con las manos—. ¡Vámonos!

Agarra mi mano y salimos disparados por el pasillo otra vez, corriendo tan rápido que mis pies duelen y mi respiración se agita más aún.

Por más que viva situaciones así, no me acostumbro, sigo asustándome como el primer día.

Mis pies se entrelazan y por poco caigo al suelo, lo que me quita un par de segundos de ventaja.

—¡No te pares! —grita, sin dejar de tirar de mí.

Golpea una puerta con el pie para abrirla y nos adentramos en la estancia a tal velocidad que casi salimos por la ventana que hay enfrente. Castelier cierra la puerta con seguro y se encamina a vigilar por las ventanas mientras yo siento el pulso retumbar en mi cabeza; si tuviera mi equipo de asalto aquí todo sería más fácil, pero no lo tengo y no estoy segura de salir ilesa. No oigo bien. Tengo un zumbido instalado en la mente por culpa de las explosiones al disparar. Se acerca a la última ventana con el arma en alto y asoma la cabeza por el cristal lentamente para buscar a su objetivo.

—¡Agáchate!

Todo pasa muy rápido.

Los cristales se rompen por las balas creando que miles de esquirlas vuelen de aquí para allá por toda la habitación. Castelier salta sobre mí y me hace caer de espaldas al suelo con su cuerpo encima a modo de escudo. Mientras tanto, yo me tapo los oídos dejando que el llanto me venza, sin importar si él está encima de mí aplastándome o no. Las balas no dejan de entrar estrellándose contra todo a su paso, no se les acaba la munición. Tengo miedo de que alguno de los tiros me dé y que este sea mi final.

Mi padre me viene a la cabeza y me pregunto si estará bien. Me pregunto si volveré a verle después de esto y la respuesta siempre es negativa a todas mis dudas. No. No voy a salir de aquí, y por ende, no volveré a verle nunca más.

Los disparos cesan y Castelier alza la cabeza, alerta a cualquier mínimo ruido. Posa un dedo sobre sus labios para indicarme que guarde silencio y me ayuda a levantarme, pero no del todo porque nos movemos agachados para que nadie que haya afuera nos vea. Con mucho sigilo abre una puerta que da al exterior y asoma la cabeza para asegurarse de que no hay nadie, entonces saca su cuerpo hasta la cintura para salir, pero algo falla. Un nuevo disparo se escucha y él cae fuera, hacia la izquierda, movido por el impacto de la bala en su cuerpo. Ahogo un grito y me apresuro a hacer la mayor tontería que nunca he hecho: salir a socorrerle, pero él me obliga a retroceder levantando su mano y rugiendo un "¡No!". Entonces, vuelvo a esconder mi cuerpo detrás de la pared.

Riesgos TentadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora