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«No estoy nerviosa, no estoy nerviosa...», pienso mientras me acerco a la cama. Bajo el pijama que llevo puesto se puede apreciar que todas mis extremidades tiemblan y como para no temblar, pues Iván está recostado sobre el colchón observando cómo me acerco con un toque felino en sus ojos, como si estuviera disfrutando de mi inquietud. «¡A la mierda! ¡Claro que estoy nerviosa, joder!».

Echo a un lado la sábana y me meto en la cama tapándome con rapidez porque así me siento más segura. Él desvía la mirada y sonríe.

—¿Por qué te tapas? ¿Crees que así olvidaré que tienes un cuerpazo o qué?

—No, eh... —me tapo hasta la nariz en un intento de ocultar el rubor de mi cara—, hace frío.

¡¿Por qué narices tengo vergüenza cuando hemos hecho cosas que escandalizarían a cualquiera?!

—¿Frío? —inquiere, con una ceja en alto de manera escéptica.

—Sí.

—¿En agosto?

Me encojo bajo la sábana.

—Sí...

—Ah... Entonces el temblor de tus piernas es porque hace frío, ¿verdad?

—Exacto —me tapo hasta la cabeza—. Buenas noches.

Me siento un poco mejor al ver que no puede mirarme estando oculta bajo la sábana y veo cómo apaga la luz, lo que me alivia bastante. Sin embargo, mi cuerpo entero se altera cuando noto que me despoja de la sábana que me cubre. En cuanto quiero protestar, noto un gran peso sobre mí; Iván está encima mía.

Tengo los ojos cerrados, por supuesto, porque no quiero ver el espectáculo que tengo encima o no sabré controlarme, pero eso no me impide notar el calor que irradia su cuerpo mezclándose con el mío que cada vez aumenta. Todo por su culpa, claro.

—¿Cómo puedes tener frío cuando tu piel está tan caliente? —pregunta en voz baja, con ese toque ronco y sensual a la vez. Y, claramente, sé que no está preguntándome de verdad porque noto que su voz esconde evidencia.

Claro que tengo la piel caliente... ¡Estoy caliente por tenerle encima!

«No abras los ojos, no abras los ojos...».

—No vas a responder, ¿eh?

Su nariz empieza a rozar la base de mi cuello y yo contengo el aire cuando comienza a ascender lentamente hasta mi barbilla.

—Abre los ojos —pide con sensualidad, susurrando de esa manera que me enciende más aún, notando la calidez de su aliento contra mis labios.

Me mantengo firme sin abrir los ojos y aprieto los puños a mis lados para evitar caer en la tentación tan poderosa que está sobre mí; sin embargo, la fuerza de voluntad se me va por el retrete cuando lo noto moverse y siento que su boca atrapa uno de mis pezones oculto bajo la tela de mi camiseta. Automáticamente, un estremecimiento acalorado me invade de pies a cabeza.

Suelto un jadeo al mismo tiempo que abro los ojos. El color azul grisáceo de sus iris me golpea con fuerza los hasta los sentidos, impidiéndome tomar el aire. Mi piel entera responde ante la succión de sus labios sobre mi pezón e inmediatamente ambos se erizan, creando una corriente que me atraviesa todas las terminaciones nerviosas.

Me detesto a mí misma por sentirme así cuando él me toca. Odio reaccionar de esta manera lujuriosa siempre que Iván me provoca. Y, por mucho que me disguste no ser dueña de mis propias emociones y sensaciones, no puedo evitar sentirme algo así como vacía cuando sus labios se apartan.

Riesgos TentadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora