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IVÁN

La cojo por la coleta y tiro hacia atrás mientras me adentro en su coño con rabia y fuerza. Ella gime por la intromisión y se deshace del gusto. Mis caderas se estampan contra su culo bruscamente mientras le meto entero mi miembro duro una y otra vez.

Su cabello rubio ya no me sirve, así que clavo mis manos en su cadera y nuca, apretando fuertemente para hacer las embestidas más profundas.

Suelto un rugido rabioso cuando la vuelvo a penetrar al recordar la impertinencia de la chica, esa niña va a volverme loco si continúa retándome con su comportamiento infantil e inmaduro.

Empujo la cabeza de Ana contra el colchón y aplasto su cabeza embistiéndola furioso, con sus caderas alzadas para mí. Ella grita de placer y yo rujo cabreado. Lo único que me desquita y calma en estas situaciones de ira acumulada es un buen coño que esté dispuesto a aguantar la rudeza y furia de mi polla y Ana siempre está lista para recibirme, no le importa mi agresividad ni que quiera follarla cuando se me antoja; ella siempre está disponible para cuando quiero liberar el estrés.

Hinco mis dedos en su cadera y aplasto más su cabeza contra el colchón mientras ella gime gustosa como la zorra que es. Me pide más y yo arremeto con más fuerza, hasta dejar su culo rojo por el impacto de mis caderas.

Grito encolerizado y ella gimotea adolorida, pero no me importa porque estoy plenamente cegado en mi propio placer, el cual no llega como debería por culpa de la rabia que esa chica ha provocado en mí con su carácter indomable. Me gustaría saber si es tan valiente estando en el lugar de Ana, seguro que sería una puta sumisa como la rubia a la que empotro con violencia. Ojalá sea una sumisa...

Ana suelta un grito y tiro de su cabello hacia atrás para levantarla sin ningún tipo de preocupación hacia ella. Junto su espalda a mi torso y la penetro todas las veces que me da la gana.

Apreso su cuello, ella jadea y yo me vacío en el condón soltando el último rugido ronco y rabioso.

Respiro con fuerza, apretando los dientes porque me he dado cuenta de que ni siquiera follar me sirve para aliviar la ira que Jessica despierta en mí.

Salgo de Ana y ella cae desnuda sobre la cama, lánguida y sin fuerzas. Me quito el condón, lo lanzo a la papelera y rebusco en mi pantalón el paquete de tabaco que tengo para ir al balcón y fumar con calma, quizá eso me ayude a tranquilizarme. No me importa fumar desnudo en mi balcón, nadie puede ver más abajo de mi ombligo desde aquí.

Suelto el humo por la nariz y lo veo evaporarse por delante de mí. Miro el cigarro, ni siquiera la nicotina es capaz de aliviar mi rabia. Doy un par de caladas más y lo lanzo sin acabarlo porque me cabrea todavía más que no encuentre la puta manera de calmarme.

Cuando entro de nuevo a la habitación, Ana no trata de disimular su desnudez. Tiene unos pechos grandes y dignos de admirar, pero por su tamaño están algo caídos. Paso por delante de ella y comienzo a vestirme en completo silencio.

—Podríamos cenar esta noche —propone con voz melosa.

—Ya ceno todas las noches.

Ella sonríe como si le hubiera contado algún tipo de chiste.

—Me refiero a nosotros dos juntos.

—Ana —me abrocho la camisa—, creí dejarte claro que no hay ningún "nosotros".

—Bueno, ahora que estás aquí otra vez he pensado que podríamos pasar más tiempo juntos.

Me arreglo los puños de la camisa mientras digo:

—Mi tiempo contigo está más que claro. Tú quieres sentirte superior a los demás gracias a lo que te ofrezco y yo necesito un coño de vez en cuando, no hay más tiempo juntos que pasar.

Riesgos TentadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora