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IVÁN

He revisado uno a un todos los perfiles de todos mis hombres que podrían haber alertado a los Muñoz de nuestro plan. He analizado cada vivienda, cada posible trastorno mental que puedan tener, historial médico, infancia... hasta he hackeado los putos GPS de sus vehículos para descubrir dónde han estado las últimas semanas, pero nada. ¡No encuentro una puta mierda!

Tarde o temprano lo voy a cazar y le haré pagar por lo que le ha hecho a Hache. Me ha traicionado y eso se paga caro. No sé si ha sido, Ene, Ele, Ce o sus putas madres pero, sea quien sea, no saldrá impune de esta, eso lo juro. Ahora mismo no confío en nadie, nunca lo he hecho. La única persona por la que podría poner una mano en el fuego está en coma desde hace dos días. Sólo me queda esperar a que Jessica no me traicione porque, si no, ni todo el oro del mundo podría salvarla de mis torturas, aunque su padre me pagara el triple no se libraría de mí.

Me siento en el sillón de mi despacho frotándome los ojos por el cansancio acumulado mientras pienso en ella.

Jessica no es idiota. De hecho, creo que sabe más de lo que dice. Me he fijado bastante en ella, en su comportamiento, en su manera de hablar y en su lenguaje corporal, y he aprendido que es observadora al igual que yo. Al pertenecer al ejército, está entrenada para disimular y fingir sin ser advertida por nadie y eso es algo que puede usar en mi contra pero que me sirve para concluir mi venganza. Tengo que andarme con cuidado con ella porque tiene el don de despistarme con sus suaves piernas, su mirada inocente y su coño, con el que fantaseo cada vez que cierro los ojos. Posee la habilidad de hacerme perder el hilo de mis pensamientos con un simple cruce de piernas y creo que ni siquiera es consciente de ello, o quizá se hace la inocente porque sabe muy bien lo que provoca en mí y lo usa en mi contra. Como sea... Tengo que tener cuidado.

Cierro los ojos para entrar en esa calma que me produce estar en mi espacio privado. No sé cuánto durará la paz que me rodea, pero aprovecho cada segundo como si fuera el último mientras pienso en el plan. Los Muñoz son tan estúpidos que en cuanto se enteren de que "tengo esposa" vendrán a por ella para herirme. Creerán que llevándosela me arrebatarán algo muy preciado, y nada más lejos de la realidad, pero tampoco tendrán oportunidad de comprobar si Jess me importa o no porque acabaré con ellos en el mismo momento en el que pongan un pie en esta mansión. Al parecer no saben con quién están tratando. Sea quien sea el topo, verá el brazalete en la muñeca de Jess e irá corriendo a contárselo, y yo les esperaré con todo mi puto arsenal.

Abro los ojos de golpe.

Tengo que recordarle a la chica que ni se le ocurra salir de su cuarto sin el brazalete.

Me levanto del sillón y salgo del despacho para ir en su busca.

Intento ignorar el llamado de Eme cuando paso por su lado porque no me interesa lo que vaya a decirme, si fuera algo importante me habría interrumpido en mi despacho como siempre hacen. Estoy en un punto en el que no quiero hablar con ninguno de ellos, ni siquiera quiero una mirada por sus partes porque no sé quién es el topo y eso me enfada. Puede ser cualquiera y no estoy dispuesto a arriesgarme a hablar con nadie para que pueda usar información en mi contra.

Paso cerca de algunos de ellos y lo único que siento es asco. Me repugna saber que por culpa de alguno Hache tenga que estar luchando por su vida. En parte, Jess también tiene culpa de eso. Si no fuera tan jodidamente seductora y no hubiera engatusado a mi mejor hombre, él no se habría marchado antes de tiempo y no estaría en el hospital. El plan era que Ese y De entraran primero al club, ellos habrían recibido los disparos y sus estados no me hubieran importado tanto, pero no ocurrió así y no puedo hacer nada para cambiarlo. Ahora tengo que conformarme con la ayuda de una única persona: la mujer que metió a Hache en el hospital.

Riesgos TentadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora