Me despierto atontada y desubicada. No recuerdo dónde estoy durante unos segundos, pero me alivia comprobar que se trata de mi habitación; bueno, la que me pertenece en casa de los Castelier. Se escuchan ruidos y gritos y entonces comprendo por qué me he despertado: porque hay un estruendoso jaleo que viene del piso inferior.
Salgo de la cama a toda prisa con el corazón a cien y, a pesar de ir en pijama, me pongo unas zapatillas de deporte con rapidez porque nunca se sabe si tendré que correr, y ni loca iré descalza como la última vez.
Los gritos se intensifican al abrir la puerta y me apresuro a correr escaleras abajo.
Todo está en completa oscuridad y se me hace muy difícil ver lo que tengo delante, pero continúo mi camino de todas formas sintiendo que con cada paso que doy el corazón se me acelera por el miedo.
«Ya están aquí...», pienso sorprendida. El topo ha sido demasiado rápido, lo que significa que...
¡Vienen a por mí!
Alguien grita que las empleadas domésticas se escondan en sus habitaciones y una avalancha de mujeres se me echa encima casi tirándome al suelo, por suerte tengo la idea de pegarme a la pared para que no me lleven por delante porque están tan asustadas que el miedo las domina. Me habrían pisoteado con tal de huir, estoy segura.
—¡Jessica, vamos!
Marga, quien me ha visto al correr, se queda parada en mitad del pasillo mientras las demás corren por sus vidas. Parece tan asustada como las demás, pero también suplicante por que la siga.
—No puedo —respondo, con la respiración a mil por hora.
—¡Tenemos que escondernos!
—Ve con ellas, Marga —echo a correr por el pasillo—. Os alcanzaré cuando pueda.
La dejo allí sin asegurarme de si me hace caso o no, pero sé que lo hará. Marga es una chica lista y espero que tan egoísta que no intente seguirme.
Los hombres de Castelier se me cruzan de allí para acá, creo que no logran verme porque están muy distraídos intentando disparar a quienes sean que han entrado. Yo sólo les veo a ellos, no veo a nadie desconocido. ¿Dónde narices están los Muñoz?
—¡Señorita, vuelva a su habitación! —me ruge Ele, quien recarga su arma mientras se esconde en una pared para que no le vean desde fuera.
Los disparos resuenan por todas partes ahora, pero se escuchan más en el exterior que aquí dentro.
—¡¿Dónde está Iván?! —tengo que gritar porque el ruido cada vez es mayor.
—¡Fuera!
No espero por nada más que vaya a decirme, directamente me encamino a la salida en busca de él para intentar ayudarle en todo lo que pueda.
—¡Señorita! —grita Ele al ver que me marcho.
Tengo que ir agachándome porque los disparos cada vez se escuchan más cerca y de vez en cuando alguna ventana estalla por los disparos. Las ganas de llorar se me hacen irrefrenables pero las mantengo a raya para que no me impidan completar mi misión. Si me pongo a llorar ahora olvidaré lo que tengo que hacer y no podré ayudar a Iván.
Tropiezo y caigo al suelo por culpa de algo que no debería estar tirado. Me levanto con la barbilla adolorida y con un intenso dolor en la mano, creo que me he cortado con uno de los cristales de las ventanas rotas. Lo que me ha hecho tropezar y caer resulta ser una pistola y tomo ventaja al cogerla para poder utilizarla cuando me haga falta.
Respiro hondo y salgo por la puerta hacia campo abierto.
No veo a nadie los primeros cinco segundos y me asusto cuando alguien tirado en el suelo suelta un gruñido de dolor.
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Riesgos Tentadores
Teen FictionJessica Rojas, una joven con un padre drogadicto, se marcha voluntariamente con un líder de la mafia al que su padre le debe dinero para protegerle. Sólo tiene tres meses para que su padre pague la deuda o, si no, le matarán. Se ve envuelta en lujos...