20

3.9K 243 65
                                    

Ser la Dama pesa como caminar con rocas enormes en los bolsillos. No era consciente de todos los lugares a los que Iván tenía que ir hasta que me convertí en "su mujer". Es agotador estar todo el día en tacones comportándome como una idiota que sólo sabe sonreír. Es frustrante tener que decir sí a todo lo que Castelier dice delante de la gente y me cabrea tener que aparentar que su gigantesco y más que evidente ego no me importa.

Me deshago de los tacones con rapidez y me tumbo el la cama bocarriba con los brazos extendidos.

«¡Qué gusto!»

Hasta cierro los ojos del placer que me da estar acostada sobre el mullido colchón después de haberme pasado todo el día de aquí para allá viendo a socios de Iván que me importan bien poco. Son aburridos, estirados y me miran como si fuera un trozo de carne. Son repulsivos, vamos. Iván no se equivocó al decir que les quería impresionar conmigo, pues cada vez que me ven no me quitan los ojos de encima. Son asquerosos e irrespetuosos porque no les importa que sus mujeres estén delante.

La puerta se abre y mi paz se va por el retrete.

«¿Qué quiere ahora?», pienso exasperada, pero me alivia comprobar que se trata de Marga.

—Hola —saluda con alegría, acercándose después de asegurarse de cerrar la puerta.

—Hola —me incorporo y me siento sobre la cama.

—¿Qué tal tu día?

Doy unos golpecitos sobre el colchón para que se siente a mi lado y lo hace.

—Aburrido —resoplo.

—¿Ser la Dama es aburrido? —sonríe al preguntarlo.

—No... Eh... Es aburrido tener que ir de aquí para allá, hablar con tanta gente que no conozco... No sé —alzo los hombros—. Mejor cuéntame cómo te ha ido el día.

—Veamos... —se sujeta la barbilla, pensativa—. He ayudado a preparar el desayuno, he quitado el polvo de los salones, limpiado los baños de la planta baja y he ayudado a mi madre a pelar patatas. No he tenido tiempo de aburrirme.

De pronto me siento mal porque ella no ha parado de trabajar en todo el día y yo estoy quejándome de ir de aquí para allá sin hacer nada más que sonreír. Soy una mierda de persona.

Marga debe darse cuenta de que mi humor ha cambiado porque dice:

—Oh, no pongas esa cara —sonríe—, lo hago encantada. Estoy más que agradecida de estar aquí y no en... bueno, ya sabes, en de donde vengo.

«Pobrecita...»

Marga debería ser una envidiosa o algo por el estilo por haber vivido tanta miseria en su niñez y, sin embargo, es la chica más simpática y alegre que he conocido.

Pongo una mano en su hombro, sintiéndome incrédula frente a alguien tan fuerte emocionalmente como ella.

—Eres la tía más increíble que he conocido —afirmo con sinceridad.

Marga se sonroja por el cumplido y aparta la mirada.

—No es para tanto...

«Y encima es modesta»

Me siento agradecida por tenerla a ella, por lo menos es amable y agradable. Ella y Hache son los únicos que merecen la pena de este lugar. Los únicos que me trataron bien desde el principio y de los únicos que me acordaré cuando marche.

Llaman a la puerta y Marga se levanta de la cama en el mismo instante en el que la puerta se abre. Ella agacha la cabeza cuando ve a Erre, alias el triceratops, en el umbral con expresión seria.

Riesgos TentadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora