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El tema de mi padre me tiene tan intranquila que apenas he podido conciliar el sueño estas dos últimas noches. Entre que no dejo de pensar en dónde estará metido, en si le ha pasado algo y que Iván no ha dormido conmigo no he podido pegar ojo.

Para ser sincera, lo que haya hecho Iván por la noche no es que me quite el sueño, pero sí que despierta mi curiosidad. Y lo que también me tiene intrigada es que Ana, que tanto detesta hablar con los empleados, estuviera hablando en un sitio alejado con Marga. Es algo sospechoso y, aunque no quiero pensarlo, algo me dice que si Ana es el topo, Marga está implicada. Quizá Marga se enteró de que Ana es la traidora y la chantajea o algo así, pero me parecería terrible que sabiéndolo no le dijera nada a Iván. No... Tiene que haber otro motivo por el cual ellas hablasen a escondidas la otra noche, ¿verdad?

Erre me escolta hasta el jardín donde todos los Castelier y Ana ya se están sentando para comer. Hago lo de siempre: sentarme al lado de Iván, y me aseguro de tener cuidado con el vestido que llevo para que no se arrugue.

Jimena, Julio e Iván hablan sobre el negocio, de cómo va, los ingresos y las plantaciones, y yo, muy calladita, mastico con calma echándole un vistazo a Ana de vez en cuando. Tengo que encontrar la forma de demostrar que ella es el topo porque sé que lo es. Dejando a un lado la manía que le tengo, algo me dice que es ella.

Cuando Iván termina de comer, se levanta de la mesa y toma mi mano sin dejarme terminar. Parece todo un caballero frente a su familia, pero es egoísta porque apenas he comido nada. Como tengo que hacer mi papel de esposa enamorada, le sonrío y me levanto para acompañarle a dónde quiera que me lleve.

—Hoy estás preciosa —me dice para que le escuchen mientras nos alejamos. Me sentiría feliz al escucharle si no fuera porque sé que está fingiendo—. Estás perfecta para que te arranque el vestido y te folle contra la pared —añade cuando ya estamos solos.

—Qué cosas tan bonitas me dices —bufo sarcástica.

—Me salen del corazón.

—Ya... ¿A dónde vamos?

—A enseñarte dónde se está nuestro amiguito del otro día.

—¿Has encontrado a los Muñoz?

—Casi.

Me arrastra escaleras arriba hasta llegar a su despacho.

Cuando suelta mi mano para cerrar la puerta, una sensación de vacío me invade, pero decido ignorarla porque necesito concentración.

Iván se sienta en su sillón, abre su portátil y lo posiciona de forma que los dos vemos la pantalla. Hay una especie de mapa digital en el que las calles son formadas por líneas azules. Iván se mueve por el mapa hasta dar con un punto rojo que parpadea.

—Aquí está el cabrón.

Señala al punto rojo aunque yo ya le he entendido.

—¿Dónde está? —inquiero curiosa.

—A las afueras de Sevilla. Lleva ahí desde hace dos días.

—¿Y qué vamos a hacer?

Iván se echa hacia atrás en su sillón.

—Tú nada —declara con firmeza—. Iré yo mismo.

—¿Irás solo? —digo sorprendida—. Te creía más listo, Iván.

—Claro que no iré sólo, me llevaré a alguien conmigo para que me cubra las espaldas.

—Mientras no te lleves a Hache...

—Claro que no voy a llevarme a Hache, todavía se está recuperando. ¿Por quién me tomas?

—Bueno... —me encojo de hombros—, eres egocéntrico, desalmado, asesino y narcisista... No es que seas el ejemplo a seguir de nadie.

Riesgos TentadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora