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JESSICA

La cabeza me da vueltas cuando decido abrir los ojos. Al principio, mi visión esta borrosa como si hubiera humo en el lugar, pero poco a poco voy enfocando mejor.

Intento levantarme de prisa cuando compruebo que no estoy en ese zulo en el que he pasado los últimos días, pero me vuelvo a acostar cuando un pinchazo agónico me atraviesa el cerebro y tengo que sujetarme la cabeza con las manos.

Las ganas de llorar se adueñan de mí y no por el dolor de mi cabeza, sino por recordar a ese despreciable hombre que acabó con la vida de la única persona que he tenido siempre conmigo. La muerte de mi padre es mucho más dolorosa y tortuosa que cualquier otro dolor que haya experimentado jamás y se me hace imposible refrenar por más tiempo el grito gutural y áspero que resquebraja mi garganta.

Recuerdo cuando Miguel disparó. Recuerdo cuando la sangre comenzó a emanar de la herida. Recuerdo cómo su cuerpo cayó al suelo y cómo me retorcía de dolor suplicando por que volviera conmigo. Y también recuerdo cómo decapitó su cadáver cuando volvió a encerrarme en esa pestilente y oscura estancia que ahora forma parte de mis peores y más horrendas pesadillas.

—¡¡Papá!! —grito, queriendo morir, retorciéndome en la cama por la agonía de recordar su final.

Dios, cómo duele... Mucho más que aquella vez que una bala me rozó el muslo. Mucho más que el abandono de mi madre. Duele muchísimo más que cualquier tortura que haya experimentado nunca y no sé qué hacer porque no es algo que pueda remediar. Sólo puedo llorar y llorar entre sollozos agónicos y dolorosos recordando su muerte una y otra vez, echándole de menos y siendo consciente de que nunca más volveré a verle.

—¡¡Joder!! —me desgarro la garganta al gritar.

Golpeo la almohada y me sacudo violentamente, pataleando y golpeando el colchón en un vano intento de aliviar la agonía que mi corazón siente.

No quiero estar aquí. No quiero abrir los ojos otra vez y ver que todo esto ha pasado de verdad. No quiero vivir en un mundo en el que me han arrebatado a mi padre sin poder permitirme hacer nada para remediarlo. No puedo soportar el peso de su violenta muerte. Yo no quería esto. Nada de lo sucedido entraba en mis planes. Hubiera dado cualquier cosa por cambiarme por él y salvarle.

Es culpa mía, lo sé. Si no hubiera intentado escapar... Si hubiera aceptado mi destino tal y como decidí hacer, mi padre no habría muerto. Debí ser la sumisa que Miguel quería. Debí callarme y sucumbir a darle todo lo que ese hijo de puta quería de mí. Pero no... tuve que ser la gilipollas de siempre. Tuve que rebelarme y luchar cuando sabía que eso no saldría bien, pero creí que no sería bueno solo para mí, no sabía que papá acabaría tiroteado y decapitado posteriormente.

Joder, quiero dejar de respirar ahora mismo y reunirme con él allí en donde esté.

No soy consciente de que ya no estoy sola hasta que intentan tocarme mientras me retuerzo.

—¡No me toques! —le ladro a Hache.

—¡Tienes que calmarte, Jessica!

Intenta tomarme, pero le empujo.

—¡Que no me toques!

Me observa sorprendido, pero no me importa. Nada de lo que pase a mi alrededor me importa porque solo quiero dejar de sentir este fuerte y horrible dolor.

Consigo levantarme y salgo corriendo hasta encerrarme en el baño para poder estar sola. Hache no entiende el dolor por el que estoy pasando y tampoco comprende que no quiero a nadie en mi entorno porque no lo necesito. De hecho, no necesito nada y tampoco lo quiero.

Riesgos TentadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora