14

4.5K 286 77
                                    

Arriba tienes a Hache...

La línea negra que llevo sobre los párpados me llega hasta casi la sien, el labial rojo ardiente de mis labios no es exactamente de mis preferidos, la purpurina que hay en mi piel me encandila y el vestido rojo, escotado y ceñido me dificulta la respiración como si llevara un corsé del siglo XVIII. Al mirarme en el espejo me veo como una prostituta, pero no como alguien que aparenta serlo, no, sino como una real. Llevo el pelo recogido en un moño con algunos bucles sueltos y unos tacones negros que parecen escaleras de lo altos que son, miedo me da hacerme un esguince andando con esto.

—Estás increíble —me halaga Marga, pero yo no lo creo.

—Parezco una puta de lujo.

—Ese es el plan del señor Castelier, ¿no?

—Supongo que sí —respondo alicaída.

He hecho esto muchas veces y, sin embargo, no me siento igual de preparada. Las otras veces sabía muchos más datos aparte de los nombres, las caras y los gustos sobre mujeres de los objetivos. Tenía muchos días para preparar la misión y el papel a seguir, pero hoy no. No tengo nada aparte de la cara y el nombre. No sé nada aparte de que tengo que llevar a Óscar Muñoz a la habitación número cuatro. La idea de que puede salir mal no deja de rondarme por la cabeza.

Marga se sienta sobre la cama soltando un suspiro.

—Te envidio, Jessica.

—¿Por qué? —caigo sentada a su lado—. ¿Por fingir que soy una prostituta?

Ella suelta una risa suave.

—No, por mostrar tanta entereza y seguridad en una situación así. Yo en tu lugar estaría aterrada.

—Y lo estoy.

—Pues no lo parece.

—Siempre es igual, las piernas me tiemblan y los nervios se comen las paredes de mi estómago, pero intento aparentar serenidad —comento distraída.

—¿Cómo que siempre es igual?

—Pues... Me refiero a que cuando tengo miedo de algo, así es como me siento —disimulo rápidamente.

Siempre me pasa lo mismo. Cada vez que tengo una misión me pongo histérica al no saber qué ocurrirá. He salido ilesa de todos los contratiempos porque me esforcé por trazar un buen plan, pero siempre hay una primera vez para no hacerlo y nunca sé cuándo será. Puede que sea esta vez. Puede que sea la próxima. No lo sé.

—El abecedario te protegerá, no te preocupes —acaricia mi espalda al decirlo.

—¿El abecedario?

—Los hombres del señor Castelier.

Suelto a reír ante el apodo tan ingenioso para referirse a todos.

La puerta se abre y Marga se levanta de golpe. Hache, de mirada seria, se echa a un lado para que Marga salga. No le hace falta decir ni una palabra porque la sirvienta entiende que tiene que irse.

—Suerte —me dice antes de salir, y veo la sinceridad con la que sonríe.

Me pongo en pie bajo la atenta mirada de Hache, que cierra la puerta para tener intimidad. Me examina en profundidad, de arriba abajo y de lado a lado reparando en cada detalle.

—Estás...

—No digas que estoy deslumbrante —le interrumpo—. No es verdad.

—Iba a decir que te veo extraña vestida así —se acerca para verme mejor—. No me desagrada, pero tampoco me encanta. No pareces tú.

Riesgos TentadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora