XIII

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"Perdóname padre, porque he pecado. He tenido...pensamientos impuros."

Gabriel se quedó de piedra cuando escuchó la voz al otro lado de la rejilla. Por lo que había dicho el padre Stephen, él no estaba esperando que entrara nadie al otro lado. Mucho menos ella.

Él no podía hablar. Aunque esta era una confesión entre ella y Dios, con él siendo un mero intercesor, él se sentía de alguna forma violando su privacidad al escuchar.

Estaba todo en su cabeza, por supuesto. Si él no hubiera tenido pensamientos tan peligrosos e inapropiados hacia ella, no habría problema. Ella sería solamente como cualquier otra chica. Pero como era, esto se sentía como leer su diario.

Incapaz de hablar, él la dejó continuar.

"Ha pasado mucho tiempo desde mi última confesión, años." Leonie paró, esperando una respuesta o algo del otro lado del confesional, pero solo hubo silencio. "Así que me imagino que hay demasiados pecados en la lista. Pero son los recientes los que me están inquietando. Pensamientos que he estado teniendo sobre alguien."

Otra vez hizo una pausa. Gabriel sabía que se suponía que debía estar haciéndole preguntas pero no podía afrontar preguntarle sobre algún novio. Si bien no era absolutamente de su incumbencia lo que ella hiciera, el mero pensamiento sobre ello le desgarraba el interior.

"De todas formas, sigo teniendo estos pensamientos y sueños inapropiados y solo quería que todo parara. Así que pensé que si me confesara, quizás eso me ayudaría." Leonie sintió el impulso de confesarlo todo, pero ella no podía dejar que el padre Stephen supiera que sentía una atracción enorme hacia su compañero. El problema con su acento es que él iba a saber quién era ella y eso sería muy vergonzoso la próxima vez que lo viera.

Ella continuó. "Pienso en él todo el tiempo, me distrae demasiado. Sólo quiero estar con él. Nos imagino haciendo cosas juntos, cosas pecaminosas, y una vez mi mente empieza deambular por todo eso, no lo puedo parar."

Gabriel apenas podía respirar. Por primera vez él sintió las limitaciones de sus votos como una camisa de fuerza y aislado del mundo. Allí afuera un chico que era libre de hacer lo que quisiera, tenía la adoración de Leonie. Mientras él, Gabriel, había hecho votos irrevocables de rechazar cosas mundanas como las emociones románticas y sexuales.

Después de todo con Joanne, le había parecido un alivio. Ahora por alguna razón, el señor había decidido atormentarlo. O quizás testar su fe. Quizás esta confesión era para recordarle que Leonie estaba destinada a otro camino diferente al suyo. Él, Gabriel, había elegido su suerte.

Sin embargo, su cuerpo y su corazón se agitaron mientras su voz continuaba. Ese acento dulce y ligeramente roncoso tan diferentes de los tonos ingleses de todas las otras chicas. "El problema es que es prohibido, por eso está tan mal." decía Leonie. "No me refiero a que esté casado o nada por el estilo." Ella dijo eso rápidamente, no queriendo que el padre Stephen pensara que ella era una ramera. "Sino que él es..." la frase "una fruta prohibida" estaba en su cabeza pero ella no era capaz de decirlo. "Él está comprometido con alguien más." Siendo Dios ese alguien más.

Otra vez silencio. ¿Estaba sola en la cabina? o ¿se había quedado dormido el padre Stephen? o peor, ¿Había tenido un infarto? o incluso peor, ¿Se quedó mudo de horror ante su confesión?

Leonie sintió una punzada momentánea de pánico. A pesar de lo mucho que deseaba salir de ese lugar, tenía un raro impulso de quedarse. Había algo extrañamente íntimo sobre el confesionario, esta cercanía con la persona del otro lado, solamente una rejilla separándolos. Ella estaba segura que el padre Stephen estaba ahí. Ella tenía ese sexto sentido de que no estaba sola.

Ella no estaba segura de si era apropiado abrir la puerta del confesionario para comprobar su bienestar.

"De todas formas, supongo que solo necesitaba sacar eso de mi pecho'',dijo rápidamente. "Así que debería rezar por ello, ¿verdad?"

Gabriel estaba en agonía. ¿Cómo podría creerse con derecho a absolverla cuando él era culpable del mismo pecado hacia ella? Ella anhelaba un novio desconocido y él la anhelaba a ella.

Él cerró los ojos, deseando que se fuera y al mismo tiempo anhelando que se quedara. Solo para oír su voz.

"Me voy yendo entonces," dijo Leonie. Ella salió del confesionario lo más silenciosamente posible, sintiéndose confundida e incómoda. ¿Era eso algo que tal vez hacían en Inglaterra? ¿Solo dejarte hablar y escuchar la voz de Dios en tu corazón o algo? Probablemente era eso.

Leonie salió de la capilla a toda prisa, todavía sintiéndose extrañamente perturbada. Ella había oído al padre Stephen respirar así que él no podía estar muerto. Quizás había estado dormido. Si su confesión había sido tan aburrida como para hacer que un sacerdote se duerma, tal vez no había tanto pecado de qué preocuparse."

Ella cruzó el patio a la entrada principal de la escuela y se detuvo en seco.

Ahí, viniendo hacia ella, estaba el padre Stephen. ¿Entonces quién...?

"Buenos días, padre" le saludó.

"Buenos días, joven" El padre Gabriel vio la perplejidad en su rostro. "¿Me estabas buscando?"

"Solo pensaba en haber ido a confesarme..."

"El padre Gabriel ha estado tomando las confesiones esta mañana." él le sonrió y miró su reloj. "todavía hay tiempo ahora. En realidad hay tiempo a cualquier hora del día. Cuando tengas deseo de confesarte, o simplemente tengas preguntas o desees hablar con alguno de nosotros, la casa del señor está siempre abierta."

El corazón de Leonie estaba dando vueltas sobre su estómago en horror. "No, está bien. Gracias."

Ella huyó.

Mortificada, agonizada, terriblemente avergonzada.

¿El padre Gabriel estaba ahí? ¿Había confesado su pecaminosa atracción al padre Gabriel?

Ay Dios, ¿Qué había dicho? Ella intentó recordar las palabras que había usado. Seguramente habría adivinado que era él. ¿Quién más podría ser, en esta comunidad de mujeres?

Enojada, se preguntó si debería pegar la foto del padre Stephen en la parte delantera de su cuaderno, así el padre Gabriel podría pensar que a ella le gustaba su colega. Pero era absurdo, el padre Stephen estaba en sus sesenta o setenta.

Ay Dios, ay Dios, ay Dios. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo podría mirarle a la cara ahora?

¡Y ella tenía inglés ahora!



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¿Qué os ha parecido este capítulo? 

Recuerdo que cuando lo leí fue uno de mis favoritos.

Espero que lo hayáis disfrutado.

Un abrazo a todos!




Caer en la tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora