Gabriel había decidido deliberadamente no leer más poemas porque no estaba seguro de poder mantener la voz firme en frente de Leonie. El segundo verso en particular reflejaba gran parte de la emoción de su propia ordenación sacerdotal. Las luchas por la que había pasado y las horas de soledad y duda agonizante.
Duda que solo había resurgido desde que empezó a dar clase en este colegio.
Él recordó el retiro solitario que hizo. La sensación de soledad que sintió, que nadie pudiera responder sus preguntas o calmar sus miedos.
"Depende de ti y de Dios" le dijo el canónigo Francis. "Es un camino que todo hombre debe recorrer solo, una bifurcación donde cada seminarista debe decidir su propia dirección."
En un camino se encuentra el mundo terrenal con sus amor y placeres humanos.
En el otro camino radica la pureza de una vida espiritual y el sacrificio de las cosas mundanas.
Gabriel había escogido lo que él creía ser el camino más grande. Desilusionado con el amor, él pensó que podría hacer una mayor diferencia renunciando a ello.
No era como si él no tuviera experiencia con mujeres. Todo lo contrario. Antes de Joanne él había tanteado el terreno, saliendo con muchas chicas diferentes en el instituto y en sus primeros años en la universidad.
Realmente había pensado que estaba preparado para renunciar a todo eso.
No esperaba ser tentado, al punto de arrepentirse de sus votos, por ninguna chica. Mucho menos por una que era varios años más joven que él y que se suponía era su alumna.
Gabriel regresó para poder empezar a preparar la cena . Estaba cocinando unas salchichas esa noche. Mientras cortaba un poco de brócoli y patatas, recordó su tiempo con Joanne. Ellos habían vivido juntos, "en pecado" como lo llamaban, desde el principio de su compromiso.
Él pensaba que había estado bastante contento con su vida juntos. No le había molestado que Joanne no compartiera ciertas pasiones de él, una de ellas la literatura. Se habían llevado lo suficientemente bien. Su vida sexual estaba bien, y él no había sentido más que una punzada de culpa por el hecho de que todavía no estaban casados.
Ciertamente, nunca había sentido por ella ese deseo abrumador casi invencible como el que había sentido por Leonie cuando estaban practicando la escena de El Crisol juntos. Esa necesidad de tenerla entre sus brazos, de mostrarle cómo le afectaba su presencia. Siendo completamente sinceros, en sus sueños también. Gabriel se controlaba lo suficiente durante el día pero por la noche las imágenes de ella volvían.
Él había atribuido la intensidad de esto a su estado célibe. Reprimir la energía sexual para que con el tiempo su cuerpo aprendiera a procesarla más fácilmente, sin afectar su mente. Leonie solo resultó ser el objetivo de esa energía reprimida. Podría haber sido cualquiera, razonó él. Su libido estaba escogiendo una chica al azar.
Ahora, sin embargo Gabriel dudaba. El problema era que él se veía queriendo pasar más tiempo con ella. No con cualquiera, solo con ella. Si solo hubiera sido la mera soledad entonces él podría haber hablado con el padre Stephen. Si extrañaba la compañía de una mujer, las hermanas le podrían haber proporcionado conversación.
Pero él no conseguía quitar a esa chica de su mente. Su cabello de color oro rosa, los inusuales ojos de un color ámbar y verdosos. La forma en la que sonreía, y la emoción en sus ojos mientras él leía los poemas de Hopkins.
Si la Abigail real hubiera sido tan solo una fracción de hechizante, no era de extrañar que hubiera logrado seducir a un hombre devoto y llevar a toda una comunidad a la destrucción.
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Caer en la tentación
Romance"Perdóname padre, porque he tenido pensamientos impuros." Sobre USTED. Tras una traición que lo dejó amargado y que cambió su visión sobre las mujeres, Gabriel se convirtió en sacerdote y se comprometió a una vida de celibato. Pero cuando acaba dand...