LIV

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Cuando Leonie se despertó la mañana siguiente se olvidó momentáneamente de dónde estaba. Estaba acostada en una suave y cálida cama, mucho más cómoda que el estrecho armazón de hierro y delgados colchones de St Winifred's.

Había algo pesado sobre ella.

Era un brazo, el brazo de Gabriel.

Leonie nunca se había despertado con un chico antes, así que esta era la primera vez. Se quedó tan quieta como pudo, tratando de evitar estirarse así no le molestaría. Ella disfrutaba de la cercanía de estar con él. Se sentía a salvo.

De alguna forma él sintió que ella estaba despierta y abrió los ojos.

"He soñado con esto" le dijo.

"¿Esto?"

"Despertando contigo" Se movió para estar encima de ella, y la besó. Leonie podía sentir que ya estaba duro como una piedra. Ella bajó la mano y le acarició para indicarle que ella también lo deseaba. Ella todavía se sentía un poco tímida al expresar sus deseos.

Pero ellos no necesitaban palabras. Gabriel le hizo el amor dulce y tiernamente, saboreando su cuerpo. Ella se estaba acostumbrando a su tamaño y se sentía mejor cada vez que lo hacían.

Se quedaron holgazaneando en la cama durante una hora más, ya que no había razón para levantarse. Era domingo y tenía todo el día y la semana entera para ellos mismos.

"¿Tienes una cama doble en el presbiterio?" le preguntó Leonie.

"No, una cama individual extremadamente estrecha. ¿Por qué?"

"He fantaseado con escabullirme alguna vez de la habitación y unirme a ti. Excepto que no sabía qué ventana era la tuya."

Gabriel sonrió, dando vueltas ocasionalmente a su pecho con sus dedos. "Probablemente le provocarías un infarto al padre Stephen si aparecieras en su habitación por accidente."

"Lo más probable es que me diera un millón de avemarías" dijo Leonie.

"Mi habitación es la de la ventana de la izquierda según miras de frente a St Winifred's. Pero por lo más sagrado ni se te ocurra intentarlo. La tubería de la pared se despegaría de la pared y podrías matarte si te cayeras desde ahí"

Leonie arqueó la espalda cuando su pulgar pasó sobre su pezón. "Podrías dejar caer una escalera de cuerdas."

Gabriel solo podía imaginarse explicándole al padre Stephen el porqué había traído una escalera de cuerdas. Ambos sabían que era una idea loca, el riesgo al ser descubiertos sería demasiado alto. Pero era divertido especular sobre eso.

"Tendría que irme antes del amanecer." dijo Leonie. "¿A qué hora se levanta el padre Stephen?"

"A las tres si tiene Laudes. Sino ambos nos levantamos a las 6"

"Sería embarazoso si volviera de los laudes y me encontrara en la ducha"

"Aún más si me encontrara ahí contigo. De todas formas, ahora mismo él está a cientos de kilómetros de distancia, así que ¿Qué tal tomar esa ducha ahora?"

Mientras estaban bajo el agua, cubiertos en jabón y deslizándose el uno contra el otro, Gabriel pensó en que era la primera vez en años que se había levantado sin rezar. Normalmente él necesitaba rezar para tener claridad mental y también por su devoción diaria.

Pero con Leonie, él apenas lo extrañaba. Estando con ella todo se sentía claro, se sentía bien.

¿No debería sentirse más culpable sobre todo esto?

Estaban desayunando cuando el teléfono sonó.

Leonie se paralizó. Ella sabía que era su abuela o sus padres o Madre Benedicta, a pesar de que no había manera de que ninguna de ellas tuvieran el número de teléfono. Ella le lanzó una mirada de pánico a Gabriel.

Él contestó. "¿Hola? Iphigenia. ¿Está todo bien? Sí por supuesto, aquí está." Él le entregó el teléfono a Leonie.

Temblando Leonie cogió el teléfono. "¿Qué pasa? ¿Alguien se ha enterado?" Ella le había dado a Figgy el número de la cabaña en caso de que hubiera una emergencia.

"No es nada de eso, no te preocupes. Es algo bueno. ¿Tienes el Telégrafo contigo? ¿El Telégrafo dominical?"

"¿El qué?" Leonie no tenía ni idea de lo que estaba diciendo Figgy.

"Es un periódico. Ve y compra uno, debe haber alguna librería abierta por ahí cerca. En serio, no te lo quiero arruinar pero ve a la página cuarenta y seis."

Leonie estaba impaciente. "¡Dime! Entraré en pánico a menos que lo sepa"

Pero Figgy permaneció tan indescifrable como la esfinge. "Ve y consigue uno. Y llámame cuando lo hayas leído"

Colgando, Leonie transmitió las instrucciones a Gabriel. "Ella quiere que consiga un periódico. No me dijo porqué, excepto que eran buenas noticias." Quizás se había quemado St Winifred. ¿Eso serían buenas o malas noticias?

"Limpiaré esto y luego iremos a por una copia." dijo Gabriel.

"¿Estás seguro que no te importa?"

"Para nada. De todas formas, necesitamos más suministros"

Su énfasis en la palabra suministros despertó su curiosidad. "¿Suministros?"

"No creo que tengamos suficientes, dado que aún nos queda toda la semana juntos. Probablemente tendré que comprar un cajón."

Él se refería a condones. Leonie sintió su rostro sonrojarse. "No tienes que comprarlos todos. Yo también debería comprar algunos."

"Yo gano un salario, tú no. Yo soy el que necesita protegerse, así que yo los compraré."

Leonie tuvo una breve y prohibida fantasía sobre él comprando los condones vestido con su ropa de sacerdote. Solo podía pensar en la expresión del farmacéutico. No se atrevió a sugerirlo, ya que podría ser irrespetuoso dada su posición. Pero era bastante divertido pensar en ello, al igual que excitante. 

Caer en la tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora