XXXI

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Los labios del padre Gabriel estaban sobre los suyos. Esta vez firmemente pero tiernamente, justo como Leonie siempre había imaginado.

Él acunó la parte de atrás de su cabeza con su mano mientras profundizaba el beso. Uniendo sus labios entre los suyos, la probó y saboreó, su lengua entrelazándose con la de ella.

Leonie sintió su corazón palpitar en el pecho. Él no estaba enfadado con ella. A él le gustaba ella, él la deseaba.

Ella estaba empezando a darse cuenta de la profundidad de lo que sentía por él, y era aún más.

Gabriel se separó. "Te deseo tanto," dijo. "Sé que está mal." La besó otra vez, aumentando la pasión mientras sus manos se movían sobre su espalda.

¿Cómo podía estar mal algo que se sentía tan bien?

Leonie cerró los ojos cuando sus labios encontraron su cuello. Ella sintió sus besos sobre su piel, lo que hizo que todo su cuerpo palpitara. Pero entonces él paró.

"No puedo dejar una marca en ti."

"Desearía que pudieras."

Su voz era la cosa más sexy que Gabriel había oído jamás. Si hubieran estado en un lugar un poco más cómodo él la habría tumbado y la habría hecho suya. Le habría despojado de su ropa y le habría hecho el amor en cada centímetro de su cuerpo.

Nunca se había sentido así antes. No con Joanne, no con ninguna de las novias que había tenido. Estaba más excitado solo con besar a esta chica que por cualquier cosa que hubiera hecho con mujeres en el pasado. Sin siquiera hacerle el amor completamente.

Como deseaba hacer esto. Incluso mientras lo imaginaba, la sombra de la iglesia y sus votos cayeron sobre la brillante escena. Se apartó de ella.

"Sabes que una vez regresemos, tendremos que olvidar esto." le dijo.

Leonie se veía afligida. "¿De verdad?"

"Eres mi estudiante, eres varios años más joven que yo y soy un sacerdote. Ninguno de esos obstáculos son superables." Gabriel se veía triste mientras decía eso.

"En solo medio año ya no seré tu estudiante, y también ya soy legalmente adulta."

"Aún así, todavía no está bien."

"Si yo tuviera treinta, y tu tuvieras...?" en realidad ella no sabía cuantos años tenía.

"Treinta y siete"

"¿Nadie pensaría nada sobre eso, verdad? O si yo tuviera sesenta y tú sesenta y siete. O noventa y noventa y noventa y siete." señaló Leonie.

Gabriel le colocó detrás de la oreja un mechón que se le pegaba en la cara. "Pero no es esa nuestra edad."

"Pero podría ser. La tendremos algún día." Aunque no estemos juntos, pensó Leonie.

Gabriel tuvo un repentino destello de estar con Leonie en diez, veinte y cincuenta años. Que maravillosa sería esa vida, si fuera una posibilidad para él.

Pero no lo era. Porque había una tercera cosa, lo que ninguno había mencionado. Porque no podía pasar, él no podía pensar solamente en "y si".

"Por favor bésame otra vez. Si esta noche es todo lo que puedo tener contigo, quiero recordarla." dijo Leonie.

Gabriel no pudo resistir o negarse. Él acercó sus labios a los de ella otra vez, la urgencia en él elevándose. Una noche, pensó. Él tendría que confesarse y recibir la absolución igualmente, así que ¿Por qué no ir a por todas? Él le beso los ojos, la frente, las mejillas. Acercó su boca a la de ella, cada vez más exigente, magullando sus labios.

Caer en la tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora