XXV

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Unos días más tarde, habiendo agonizado sobre qué hacer. Leonie había decidido tomar acción. Sus sentimientos por el padre Gabriel le estaban consumiendo demasiado tiempo. La estaban distrayendo de sus deberes escolares. Ella acababa soñando despierta en cualquier momento y no prestaba atención a lo que decía la gente.

Si ella se lo decía, tal vez lo sacaría de su mente. Ella lo imaginó avergonzado pero comprensivo. Él le diría amablemente que eso no era posible, nunca, pero que se sentía halagado. Él le diría que es normal, y que las mujeres a menudo concebían pasiones no correspondidas por sus sacerdotes. Ella se sentiría tonta, y con suerte podrían reírse de eso y seguir adelante.

Sería la cosa más difícil que habría hecho jamás pero la vida no es nada si no eres valiente. Ahora mismo su corazón latía violentamente y era cada vez más difícil de suprimir lo que estaba sintiendo. Pero una vez estuviera todo fuera, se aclararía y empezaría a desaparecer.

Después de todo el debía saberlo. Él la había oído en el confesionario. Ella no era capaz de recordar lo que había dicho pero estaba segura que había sido obvio.

Leonie se sentó en los escalones junto a la pared de la escuela, reuniendo sus pensamientos y valor. Entonces vio al padre Stephen saliendo de la capilla y caminando en dirección al colegio. Si el padre Gabriel estaba en la capilla, y ella no podía imaginar otro lugar donde pudiera estar, era ahora o nunca.

Entrando en la sacristía, ella lo encontró ordenando una pila de libros de oraciones. Él estaba sorprendido de verla. "Leonie. ¿Está todo bien?"

Ella tragó saliva. Se acercó a él hasta estar a un metro de distancia. No era el tipo de cosa que quisiera decir desde el otro lado de la habitación. "El otro día en el bosque. Yo pensé que quizás tú... casi me besaste." No había sido como había planeado empezar, simplemente salió.

"¿Qué?" Gabriel sintió algo frío recorrerle.

"Y yo quería que me besaras."

"Leonie, ¡Soy sacerdote!" él señaló su vestimenta.

Ella se mordió el labio. "Lo sé. Pero aún así lo quería... pensaba que tú también..."

Gabriel se frotó los ojos. Él medio que esperaba que esto fuera un sueño, o una pesadilla. Pero cuando miró otra vez ella seguía allí. La cosa más atractiva y peligrosa que jamás había visto.

Leonie estaba segura que él también lo había sentido. La tensión, el deseo.

"¿Podríamos besarnos, una vez?" en ese momento ella sintió que era la única manera de quitarlo de su sistema. Romper la tensión. Ella pensó que podía morir si no sentía al menos una vez en la vida sus labios sobre los de ella.

El miedo y el deseo de Gabriel se estaban fusionando en una especie de rabia. Rabia hacia sí mismo por su debilidad. Rabia hacia las circunstancias. Rabia hacia esa chica por jugar con él. Por usarlo como algo para llenar el tiempo hasta que viera a su novio otra vez.

"¿A qué diablos crees que estás jugando?"

Él se acercó más a ella, la furia clara en su rostro. Sus facciones rígidas como el acero.

Y entonces lo superó. La agarró por los hombros, presionó su boca sobre la de ella. Hambriento y feroz. Obligándola a abrirse a él, explorándola , saboreándola.

Cinco años de sequía en un desierto y ella era un oasis.

Él se separó. " ¿Es esto lo que querías?" Él la estaba mirando, sus ojos entrecerrados con lujuria e ira.

"No, yo..." antes de que pudiera terminar de responder sus labios estaban sobre los de ella otra vez. Él la empujó fuertemente contra la pared, aplastándola contra él. Su boca se movió sobre su mejilla, mandíbula, cuello. Él abrió sus piernas con su rodilla y se embistió contra ella. Sintió como ella jadeaba mientras lo hacía.

Leonie estaba en una especie de cielo aterrador. Cada célula de su cuerpo lo deseaba. Anhelaba su toque. Ella quería que él la aplastara, la abrazara, la devorara. Sin embargo, su furia salvaje la asustó. El hecho de que ella pudo haber desatado esto en él.

Ella sintió su mano derecha deslizarse y moverse sobre su pecho. Moldeándolo tan firmemente que era casi incómodo. Su pulgar rozando sobre su pezón, haciéndola tensarse bajo el uniforme. Ella se estremeció, y el gemido en su garganta fue sofocado cuando su boca la encontró de nuevo.

Sus brazos estaban alrededor de él, sintiendo los músculos de su espalda a través de su ropa. Nunca había deseado tanto a alguien.

Entonces él le dio la vuelta y la empujó para que se inclinara sobre uno de los escritorios. Su mano subió por debajo de su falda y ella sintió que intentaba bajarle la ropa interior. Ella sabía lo que él quería y ella lo deseaba también pero no así. No la primera vez. No su primera vez.

"¡Para!" Ella se alejó de él y este dio un paso hacia atrás. "No puedo...yo nunca he hecho esto antes." le dijo.

Ella se veía aterrorizada. Gabriel estaba consternado. Él prácticamente había tratado de forzarse en una chica que no era sólo inexperta sino que era su alumna. Él no podía decir nada para defenderse a sí mismo. El deseo y la rabia salió de él tan rápido como había estallado. Él no podía hablar, estaba tan horrorizado con lo que había hecho.

Ellos se miraron el uno al otro, Leonie pálida y afligida, su pelo y ropa desaliñados y sus labios magullados por sus besos. Gabriel finalmente rompió el silencio.

"No sé qué decirte, ni siquiera sé por dónde empezar."

Leonie apenas podía hablar. Ella había esperado que su rostro estuviera aún más furioso cuando lo detuvo, pero en cambio estaba triste.

"Lo siento." dijo ella.

"¿ Lo sientes?" él estaba incrédulo. "Leonie, no eres tú quien tiene que disculparse." Él necesitaba tiempo, no podía ni siquiera pensar claramente.

Antes de que ninguno de ellos pudiera hablar de nuevo, escucharon a alguien entrar en la capilla. Ambos se quedaron de piedra. Entonces Leonie se las arregló para recuperarse, se deslizó por la puerta de la sacristía y huyó. 


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Caer en la tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora