El sol acababa de ponerse y la luna empezaba a hacer su aparición por la noche. El viento soplaba con fuerza haciendo que los árboles se balancearan y soltaran algunas hojas. Subiste la cremallera de tu chaqueta y metiste los puños en los bolsillos para protegerte del frío mientras caminabas hacia tu casa junto a Jacob. Su brazo rodeó tus hombros
—Toma, te calentaré —Te acurrucaste junto a él, dejando que tu cabeza se apoyara en su brazo. Su mano frotó la tuya de arriba abajo en un intento de crear algo de calor, pero se rió cuando se dio cuenta de que no servía de nada contra las brutales ráfagas de viento. Te estremeciste incontroladamente, los labios empezaron a agrietarse y su aliento salió en forma de niebla. Él depositó un beso helado en la parte superior de tu cabeza mientras te abrazaba más para protegerte del frío— Eres un ángel literal.
—¿Qué? No, tu lo eres —Negaste— Mírate. Obviamente estás tan helado como yo pero eliges calentarme a mí en lugar de a ti mismo y por no mencionar que compartes tus AirPods conmigo cuando escuchas música, me compras bocadillos cuando tengo hambre, tocas tu guitarra para mí cuando estoy triste para animarme y un montón de otras cosas dulces y desinteresadas.
Podrías haber seguido hablando de las cosas que Jacob hace por ti, pero su silencio te hizo parar.
Cuando levantaste la vista, le viste con una sonrisa pegada a la cara y un rubor teñía sus mejillas. Le devolviste la sonrisa de inmediato para asegurarle que todas esas cosas eran ciertas. Él no dijo nada en respuesta, sólo recostó tu cabeza en su brazo y te dio otro beso en la parte superior de la cabeza. A pesar del tiempo, te sentías caliente por dentro. Era una sensación familiar, pero nunca habías podido averiguar de dónde venía esa sensación hasta ahora. Había sido él todo el tiempo.
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