Estabas acostada debajo de Juyeon, gotas de sudor goteaban de su frente y empezaban a acumularse en la tuya. Él se retiró y tú gimiste ante el repentino vacío. Con el dorso de la mano, te limpió el sudor y las lágrimas que rodaban por tu cara y luego te besó la mejilla. Tú sonreíste suavemente y la sonrisa se desvaneció cuando Juyeon se acostó a tu lado.
Hiciste un gesto de dolor mientras intentabas cubrirte con la manta. Cualquier movimiento grande hacía que te dolieran los músculos. Juyeon se levantó rápidamente y te ayudó a taparte con la manta. También se dio cuenta de las huellas rojas y un poco moradas de su mano a los lados de tu cuello. Su cara se puso pálida.
—Oh, cariño... lo siento mucho —Susurró.
—No te disculpes. Estoy bien —Dijiste mientras tus manos ahuecaban su cara.
Podías ver la culpa en toda su cara aunque intentaba sonreír para disimularla. Su calor te rodeó mientras te tomaba en sus brazos para abrazarte suavemente. Acomodó su cara en el pliegue de tu cuello antes de besar las marcas que había dejado. La suavidad de sus labios calmó el ardor de tu piel.
Juyeon no te soltó durante el resto de la noche. Tuvo cuidado de no abrazarte demasiado ni hacer movimientos bruscos que pudieran despertarte del sueño. Su energía se había agotado, pero no se permitió descansar hasta las primeras horas de la mañana; en su lugar, te acarició la piel y te cepilló el pelo como si pudiera quitarte el dolor.
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