Capítulo 13✔️

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Narrador Ángel Pentangelli

Veo ir a Sam con el tal Müller, pero algo en ese tipo no me inspira confianza, es como, si estuviera loco. Lo digo por cómo me observó cuando me despedí de ella, y si la situación no fuera rara con gusto me reiría. Después de verla partir, me siento aburrido no tengo nada más que hacer, por lo tanto, mis opciones son: irme a mi departamento, sintiendo como la soledad se apodera de mí; o irme al Museo de Armería, donde puedo relajarme. Obviamente me decido por lo segundo.

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El Museo de Armería, se encuentra ubicado en los interiores del Kremlin de Moscú, en donde se puede conocer la tesorería de la Corona Rusa. Éste alberga muchos objetos de gran valor como trajes y gorros de los zares; cetros; tronos; carruajes; utensilios usados por la Iglesia; armas de gala; entre otros, vale aclarar que ésta colección supera y por mucho al de la Torre de Londres.

Desde el instituto al museo puedo tardar una hora en llegar, y gracias a experiencias pasadas, siempre cargo una muda de ropa en el carro. Antes de partir me cambio en uno de los baños del instituto. Cuando llego al museo, me dispongo a dar unas cuantas vueltas en él, siempre hago lo mismo; por lo que, el recorrido que normalmente dura dos horas, para mí sólo dura unos treinta minutos.

Me gusta mucho venir a este museo en específico, por lo mucho que ofrece. Me lleva a la reflexión y la filosofía que uso y practico "sin importar que por más dinero y poder que una persona tenga; toda era, toda persona tiene un final".

Salgo del museo cuando finalizo mi recorrido y me dirijo a una cafetería que queda a la vuelta de la esquina. Me siento como de costumbre, en una mesa situada al fondo con vista al ventanal que posee la cafetería. Pido un chocolate caliente y un muffin de chocolate.

Sí amo el chocolate, esa es mi adicción

Y mientras, recuerdo todo lo que he pasado a lo largo de mis pocos diecinueve años de vida. Mis padres Donnatelo Pentangelli y Constance Andollini, ambos italianos de nacimiento, se cansaron de la vida de pobreza en Italia y decidieron venirse a Rusia, cuando se casaron, queriendo probar suerte. Y gracias a su esfuerzo y dedicación obtuvieron el mejor de los éxitos, tanto así que, hoy en día se les consideran los magnates de los Bancos. Al tiempo de tener su fortuna consolidada, me tuvieron a mí, Ángel Anthony Pentangelli Andollini.

Cuando tenía seis años conocí a mi pelirroja favorita, Samantha. Nos conocimos de la manera más divertida. Una simple niñita de cinco años defendiendo a un niño larguiducho de seis. Yo desde siempre he sido tranquilo, odio los problemas y trato en la medida de lo posible evitarlos. En esa oportunidad unos niños me molestaban porque yo no dominaba su idioma, era una mezcla del italiano con ruso. Samantha era un chichón de piso y aun así me defendió, después nos pusimos a hablar y desde entonces somos inseparables. Mis padres siempre apreciaron mi amistad con ella, obviamente admiraban que su primogénito estuviera para arriba y para abajo con alguien de semejante apellido y reputación. Tanto así, que aspiraban a que en un futuro nosotros nos consolidáramos como una pareja, uniendo así los imperios de ambas familias. Pero cuando mis padres se enteraron de mi preferencia sexual, la guerra se desató. Luego de la paliza que me propinó mi padre, tan fuerte que me mandó al hospital, me fui a vivir permanentemente a mi apartamento, Samantha se tomó la amabilidad de enfrentar a sus padres para poder cuidar de mí. A partir de allí, siempre he estado solo. Mis padres aparecen sólo para exigirme cualquier cosa, que si como voy a clases y esas banalidades.

Debo admitir que aunque antes esa situación me ponía muy mal, gracias a Samantha, mi desgracia ha sido más llevadera. Cuando ella me comentó su locura de ingresar a las peleas ilegales, supe que tenía que ayudarla. Ella era muy ingenua y ese mundo dañaba y corrompía hasta al más santo, por eso no dude ni un segundo en seguirla y apoyarla. Lo que hacían mis padres conmigo es nada a comparación de lo que hacen sus padres con ella, los míos ya se desentendieron de mí, y ya no tengo que rendirles cuentas; ella en cambio, desde pequeña ha sufrido su desatención y desamor, y con el dichoso compromiso, la situación se ha vuelto más delicada.

Saco de mi mochila, mi iPod para investigar quién es el dichoso Diablo. Mientras más investigo en la Deep Web sobre él, más terror me genera que ella está cerca. Ése sujeto es lo peor de lo peor, sus métodos de tortura son atroces, no tolera los errores y el que cometa un error, por mínimo que sea está muerto.

Decido dejar de leer, y me dispongo a llamar al organizador de peleas. Debo buscarle la mayor cantidad de peleas a mi amiga, por nada del mundo ella debe estar con un sujeto como Drag, pues adoro a mi bella ragazza, gracias a ella he podido sobrevivir y haré lo que sea para mantenerla a salvo.

Ángel De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora