Capítulo 30✔️

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Narrador Drag Müller

Termino de desayunar en silencio después de que se retira Samantha. Pero mi disfrute se ve interrumpido cuando escucho un alboroto a unos metros de donde me encuentro.

— Tiburón, ve y averigua que ocurre— le digo a mi hombre, que estaba escondido en el jardín.

— Sí, señor.

Y se va a donde proceden los gritos, en eso aparece el Perro junto con Lobo.

— ¿Qué crees que pasa, Müller?— dice Damián acercándose.

— Debe ser una de las mucamas o yo que sé. ¿Acaso tengo cara de adivino?

— Eh calmado, ¿qué pasó? ¿el angelito nada de nada contigo?— dice el idiota de Perro riendo.

— Cállate, imbécil.

En eso aparece el Tiburón con un llamativo rasguño en toda su cara.

— Señor, debe venir de inmediato. La señorita Samantha y María, están peleándose. Y ninguno de los trabajadores se atreve a intervenir por temor a salir herido.

Los cuatro nos encaminamos al lugar de la pelea. Mientras, el Perro retoma su conversación conmigo.

— Deberíamos apresurarnos, no sabemos que le puede estar haciendo la condenada de María a la pequeña heredera.

No pude evitar reírme después de su comentario.

María es la que me preocupa, no Samantha

— ¿De qué te ríes? ¿No te preocupas por tu prometida? ¿O es qué sabes algo que yo no?— dice muy serio.

— No lo sé. Tal vez, la pequeña heredera te sorprenda.

— Y vaya que sí— finaliza cuando entramos en el pequeño ring de boxeo improvisado.

La escena frente a nuestros ojos nos dejó sin habla. María yacía en el suelo rodeada de su propia sangre, supimos que seguía viva a pesar del panorama al verla moverse; Samantha estaba completamente fuera de sí, parecía una loca poseída. Al ver que ninguno de mis hombres se atrevía a interrumpir, decido interferir cuando veo que Samantha intenta dar otro golpe al cuerpo de María.

— Basta— le digo intentando frenar a mi Roja. Le pongo la mano impidiendo que se siga moviendo, pero ella rechaza mi mano y me grita.

Mis hombres me miran asombrados y asustados, nunca nadie me había retado y menos delante de ellos. Intento agarrarla colocándome detrás de ella pero se retuerce como animal enjaulado, así qué, cambio de táctica y la llevo cargada como costal de papa. Se remueve como loca, dejándome a la vista su bello trasero. Les indico a mis hombres que se lleven a María, mientras que yo me llevo a la heredera a la casa.

— ¡Suéltame! ¡Imbécil!— y por su grosería una nalgada tuve que dar. Cuando entramos en el cuarto, la lanzo en la cama.

— Ahora sí, vamos a jugar con mis reglas— digo molesto.

Veo que tiene los ojos completamente rojos y lágrimas alrededor de ellos. Por un instante, veo a una chica débil e indefensa y no a la mujer que le fascina llevarme la contraria. Pero eso cambia, apenas ella abre su hermosa boca para insultarme.

— ¿Por qué no me dejaste acabar con él? ¿Ah? ¿Acaso estás de su lado? Es eso ¿No? ¿Estás del lado de Edward?— finaliza en llanto.

No entiendo porque menciona a esa rata. Lo único que puede pensar es que se estaba desquitando de Edward a través de María.

Ángel De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora