Capítulo 10✔️

97 18 3
                                    

El fin de semana pasó volando y con ello el castigo de mis padres. Ansiaba poder ver a An, y explicarle lo que me estaba pasando, para así tener una opinión objetiva del asunto. Debía ahora más que nunca, pedirle que buscara todas las peleas para así conseguir tener más capital y poder desaparecer rápido, antes de que todo se volviera más serio.

Dejo de pensar en el futuro problemático que se me avecina y me doy un baño, luego me visto y maquillo. Mi muñeca estaba mucho mejor, tanto que decidí tentar a la suerte y no llevar la odiosa férula. Arreglo mi larga cabellera o eso intento, después de quince minutos peleando con éste decidí dejarlo libre.

Bajo y veo que mis padres están desayunando tranquilamente como si fueran los amos y señores del mundo. Y lamentablemente así era.

Hasta donde sabía en el mundo sólo tres mafias gobernaban, siendo la de mi padre la primera, secundada por la de Müller (cosa que ni me sorprendió) y la tercera por la del Fantasma, un tipo que debido a un accidente terminó con la mitad del rostro quemada haciéndole usar una máscara tipo el Fantasma de la Ópera, imagino que de allí su nombre.

Obviamente existían más mafias. Cómo la italiana, la irlandesa, la americana, la española, la colombiana, entre otras. Pero esas tres eran las que gobernaban todo, dinero, policías, armas, personas, ley. Cualquier cosa.

Recuerdo que cuando tenía dieciséis años y lo descubrí todo, quería morirme de la vergüenza y el miedo. Vergüenza por saber que todo lo que buscaría la forma de conseguir lo que mi padre les arrebató.

Para ese entonces yo salía con un compañero del instituto, Edward Langell, quien era tres años mayor que yo. Era la típica adolescente enamorada, nos veíamos a escondidas, y aunque a An no le agrada siempre me hacía de cupido. Edward y yo estuvimos juntos varios meses, y sin pensarlo mucho acepte cuando me dijo para estar juntos, total el maldito sabía como calentarme. Éramos unos insaciables, siempre buscándonos, queriendo más. Tanto así, que en una oportunidad Dimitri nos observó cuando estábamos en pleno acto en el carro de Edward; vale aclarar que estuve un mes castigada y me obligaron a terminarle.

Tan agobiada estaba de mi vida, de puras reglas estúpidas, de todas las cosas superficiales que me rodeaban; que una noche planifique fugarme con mi supuesto novio. Planee todo, ya tenía el dinero, los pasajes, todo. Sólo faltaba él, y me quedé esperándolo como una idiota en la sala de abordaje del aeropuerto. Cansada, humillada y deprimida me fui donde An, para poder llorar largo y tendido. Meses después me convertí en el Ángel de la Muerte.

Regresando a la actualidad, me siento y desayuno con mis padres. Al parecer ninguno estaba de humor para entablar una charla, menos mal. Cuando me decido a levantar para indicar que me iba al instituto. Mi padre me detuvo.

- Aún no te puedes ir.

- Y ¿eso por qué? No sé qué quieren, pero ya voy tarde.

- Aún no llegan a buscarte- dice tranquilamente.

¿Por qué se empeñan en joderme la semana?

- ¿Quién no ha llegado?- digo tratando de calmarme mientras cuento mentalmente hasta diez.

- Tu prometido, Müller- dice con obviedad, mi madre- Él te llevará y traerá al instituto de ahora en adelante.

- ¿Me están jodiendo, no?- al ver que no obtengo respuestas doy un manotazo a la mesa, tan fuerte que mi muñeca volvió a fastidiarme y me abofetee mentalmente por no ponerme la férula; y un vaso de vidrio rebosante en jugo se desbordó un poco.

- ¡Más te vale que te calmes!- dice Dimitri.

- ¿Y tú? ¿Tú no piensas decir nada?- digo mirando a mi madre.

- ¿Qué quieres que diga?- responde Anastasia.

- ¿No sé? ¡Lo que sea! ¡Cualquier cosa! ¡Algo en dónde se demuestre que te interesa tu hija!- grito.

- ¡Basta!- exclama Dimitri mientras se levanta y se quita la servilleta- ¡Me cansé de tus jueguitos Samantha, de tus salidas con Ángel a no sé dónde, de tu falta de respeto. Ya no eres una niña, entiende que ahora le perteneces a él. Y él no es alguien con quien debas jugar. ¡Por algo le llaman Diablo!- termina gritando.

- ¿Y así piensas dejarme ir con él?- digo tratando de calmar el dolor en mi muñeca- ¿Piensas dejarme con un sujeto que es peor que tú? ¿Qué clase de padre eres? ¿Y tú madre? En serio eres patética, siempre tan sumisa.

- Cállate- dice. E iba a continuar pero el timbre y unos pasos acercándose nos hicieron saber que ya no éramos los únicos.

- Buenos días, familia- dice con la típica sonrisa arrogante.

....

Narrador Drag Müller.

No pude dejar de pensar en aquella pequeña que no se deja ante un extraño aunque éste sea peligroso. Estuve todo el fin de semana ideando la forma de como domar a esa fiera. Hasta que por fin se me ocurrió una manera de acercarnos; me decidí y hable con Dimitri informando que a partir de hoy yo sería quien llevara y traería del instituto a Samantha. Hecho que encantó a Dimitri.

- Eh Müller- dice Perrp interceptándome cuando vamos camino a la camioneta- ¿Feliz por qué veras a la linda principita?

- Estoy feliz porque el traslado de la mercancía fue todo un éxito- mentí, pero sé que no se la creyó. Sin embargo, no dijo nada más.

Y así arribamos a la mansión Romanoff. Toco el timbre y soy atendido rápidamente, dejo a los chicos en la camioneta. Me dirijo al comedor y veo que la familia está discutiendo, lo sé por sus ceños fruncidos y sus posturas corporales.

Pero al verme todo rastro de irritación desaparece del rostro de Dimitri, caso contrario a mi bella Samantha, la cual lo frunce más. Y luego de intercambiar unas miradas con su madre, se marcha a lo que supongo será su habitación.

- Qué bueno verle por aquí- dice hipócritamente Anie- Venga y siéntese mientras esperamos a que la niña termine de arreglarse.

Acepto de inmediato, pues tengo experiencia con las mujeres y sé que se toman su tiempo a la hora de arreglarse. Aunque en mi opinión ella no necesitaba de nada para verse más bella y sexy, incluso con su rostro rojo por la furia se veía extremadamente excitante.

Pensé que tendría que esperar mucho mientras que la niña, como le dijo su madre, bajara. Pero no fue así, cinco minutos más o menos baja Samantha por las amplias escaleras, sigue molesta lo sé por la mirada mortal que le da a sus padres. Y sin más se encamina a mi camioneta que nos espera.

En la parte de adelante se encontraba Perro como conductor, Tiburón de copiloto y Lobo estaba situado en la parte de atrás con nosotros. Pese a que Samantha se decidió sentarse cerca de la ventana, me senté a su lado, quedando yo en el medio. Aun así podía observar cómo se marcaban sus pechos con esa camisa que llevaba y sus piernas bien ejercitadas.

Veo que mira con desconfianza a mis hombres y me decido por presentarlos.

- Él es Perro, él Tiburón y él es Lobo- digo señalando a mis hombres, los cuales hacen una seña.

- ¿Perro, Tiburón y Lobo?- dice incrédula- ¿En qué estamos? ¿En un zoológico? Por favor díganme sus nombres verdaderos.

Mis hombres me miran para que les dé permiso de hablar y asiento.

- Yo soy Damián, él es Alexander y él es Vianko- dice el Perro señalando.

- Ven que así suena mejor. Bueno yo soy...

La interrumpo al ver como mis hombres se la comen con la mirada, y no los culpo, está divina. Pero es mía.

- Ella es Samantha Romanoff y es MI PROMETIDA.

Y con esa pequeña muestra de lo posesivo, celoso y territorial que puedo ser, se acaba cualquier intento de comunicación hasta que llegamos al dichoso instituto. Cuando ella va a bajarse intento darle un beso en la boca pero descubre mis intenciones y rueda su cara dándome una perfecta vista de su cuello. Y antes de irse susurra muy suave y despacio en mi oído.

- ¡Cuidado, Diablo! ¡Para uno malo, siempre hay una peor!- y se va guiñándome un ojo.

Dejándome con la palabra en la boca y una excitación terrible.

Ángel De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora