Capítulo 46✔️

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Narrador Drag Müller

La vida de narcotraficante no es tan fácil como todos piensan; no todo es drogas, dinero, poder y mujeres. Ésto se trata también de inteligencia, enemigos, estrategias, planes, emboscadas, pactos, redadas, sabotajes, éxitos y fallos. Todo tiene sus pros y sus contras.

Al menos ya mi gente había solucionado los problemas que me generaron el sabotaje del Fantasma, debo admitir que el cabrón sabe hacer bien sus cosas, no dejo ni una huella. Nadie sabe o tiene la mínima idea de quién puede ser el bastardo soplón.

Necesito a como dé lugar conseguir la cabeza de ese infeliz. La pérdida no fue mucha, pero en éste mundo, cualquier pérdida puede significar derrota. Y al Diablo nadie lo derrota.

Estoy en mi escritorio fumando un cigarrillo, un mal hábito que adopté en los últimos años, cuando entra Alexander.

— Buenas, señor.

— Sabes que cuando estamos a solas o con los chicos puedes tutearme— digo dándole una calada al cigarro.

— Costumbre— dice tranquilo.

Lo observo detenidamente y me doy cuenta que está ojeroso, y se ve algo cansado, además tiene los labios muy resecos, indiscutiblemente tiene resaca.

— ¿Estuvo muy buena la fiesta de los estudiantes?— pregunto intrigado y curioso. Siempre es así cuando mi prometida tiene que ver.

— Si supieras...— lanza un suspiro y se pone más cómodo— La fiesta de los pubertos, no se dio. Al menos no para nosotros. Sam, no se quiso quedar por un lío que tuvo con una chiquilla, así que, nos fuimos a su casa y terminamos emborrachándonos. Ella quedó "muerta" con la sexta botella.

Me sorprendí, he visto ya dos veces a Samantha ebria y siempre pensé que era de mala bebida. Pero al parecer mi rusa, sí tiene resistencia.

— Después de que se quedara dormida en el sofá de la sala, la cargué y la lleve a su habitación. Yo dormí en una de las tantas habitaciones de huéspedes.

A pesar de que confío en mis hombres, no quisiera que ninguno durmiera con mi chica.

— Cuando se despertó ya era tarde y ya había recibido tu llamada. Le pregunté si necesitaba algo y negó, y aquí estoy.

Aprecio la forma de ser de cada uno de mis hombres, en especial de mis sombras. Damián, alias el Perro, es leal como uno. Alexander, Tiburón, es eficaz en su labor. Vianko, conocido como Lobo, es implacable con todo y todos. Todos tienen cualidades que se asocian a sus apodos. Alexander se me queda mirando, esperando una respuesta a su reporte.

— Bien. ¿Tienes algo relacionado al caso de los hermanos Corvinus?— indago.

— No. Sólo sé qué su eslabón más débil es Antón, él es el más sentimental. Frecuenta mucho el bar de Sonnet. Pero esa es la única información que se pudo sacar de él.

Analizo la información. Los Corvinus han hecho un tratado de paz, pero esos tratados son tan frágiles como una hoja de papel cebolla. Y si bien no son los más fuertes, no puedo subestimarlos. Ése es un error mortal que no pienso cometer nunca más.

A eso de las ocho decido llamar a mi prometida, no me agrada que se quede sola en esa mansión, ya que, sus padres se fueron de viaje. Al atender la llamada la encuentro rara, su tono a pesar de ser firme suena temerosa. Me dice cosas que no tienen sentido para mí. La duda se ha instalado en mí, siento que algo no está bien.

Por lo que de manera apresurada y sin sentido alguno, cojo uno de los autos disponibles, un Ferrari negro, y me dirijo a la mansión Romanoff con una mala sensación vibrando en mi pecho como nunca. Mis hombres me siguen en las camionetas.

Ángel De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora