Capítulo 2✔️

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Después de una extenuante jornada académica llena de chismes y rollos juveniles, decido irme a casa, donde mis padres deberían estar esperándome para almorzar. Aunque por lo general es mi madre la que me acompaña, ya que, el Rey debe hacerse cargo de su imperio.

— Hola madre, ¿cómo estás? — digo sentándome para acompañarla.

— Llegas tarde, Samantha— dice reprochándome— Tuve que comer sola. Ya que, prefieres irte con tu amiguito por ahí.

Decido no contestar para evitar otra pelea. Bastante tengo con lo que va a pasar ésta noche. Estoy tan ansiosa pues no se con quién me enfrentare. An, es el que se encarga de decirme con quien voy a pelear, pero ésta vez no lo ha hecho y como él no tiende a actuar así, me parece muy sospechoso.

— Bueno, ya comí, y ya me fui...— digo levantándome de la silla, pero me devuelvo para indicarle en donde estaría, por si llegara a pasar algo importante— Hoy me quedaré a dormir con An.

Y antes de que diga algo, subo rápido a mi espacio personal, es decir, mi habitación. Ella consta de una cama gigantesca en la cual cabrían diez personas acostadas cómodamente; un balcón dónde se pueden apreciar cada amanecer y atardecer que me proporciona mi linda Rusia; un baño, cuyas paredes están revestidas de espejos, una bañera amplia, una ducha espaciosa y cómoda, y un baño digno de una reina; hay también un armario del tamaño de otra habitación, donde todo está perfectamente acomodado; un escritorio sobrio y elegante, un televisor plasma pegado a la pared; una mecedora de caoba, una biblioteca que ocupa la mitad de una pared, llena de primeras ediciones, en su mayoría autografiadas; las paredes pintadas cada una en honor a una estación del año, y el suelo revestido de una alfombra color violeta.

Después de buscar todo lo que necesitaba para quedarme donde An, agarré mi bolso, mis llaves y decidí irme cual ladrón, sin que nadie se diera cuenta, o eso creí hasta que mi Nana me atrapó en plena huida.

— ¿A dónde vas, mi niña? — dijo en voz baja y con un tono amoroso.

— Voy donde An— digo susurrando— Me atrapaste mientras huida.

— ¡Ay niña, traviesa! ¿Ya le dijiste a tus padres?— dijo y en seguida asentí— ¿Ya saben a dónde vas a estar?

— Nana a ellos no les importa. Y sí, si les dije, pero les dio igual— dije restándole importancia— ¿Sabes Nana? Ya se me está haciendo tarde, nos vemos mañana. Te quiero— termino diciéndole mientras salgo directo a mi carro.

Nana es la única persona en esta casa que se ha preocupado por mi desde que nací. Tanto así, que era ella la que me alimentaba y no mi madre, cuando me caía era ella la que me curaba mientras mis padres me recordaban lo descuidada que era. Incluso ella era la única que se daba cuenta de mis heridas después de una pelea; mi Nana no sabía a qué me dedicaba en la noche, pero algo debía de suponer, pues casi siempre llegaba con un moretón en alguna parte del cuerpo.

Y con ese pensar me fui directo a mi segunda casa, al apartamento de An.

...

Llego rápidamente al apartamento de An, uno que queda ubicado en el centro de la ciudad. Desde los quince años An, decidió irse a vivir sólo, sus padres aceptaron con la única condición de que su rendimiento académico no se viera perjudicado. El apartamento de An es simple pero elegante, situado en el edificio Read Trevi, considerado uno de los más costosos; el piso contaba con sala, un comedor, una cocina, tres habitaciones (la cual una era mía), dos baños, la terraza, el cuarto de vídeos juegos. Algo simple pero perfecto para un joven soltero de diecinueve años.

...

Dejo mi auto aparcado al lado del suyo en el estacionamiento, entro saludando al conserje que me corresponde y entro al ascensor; tomo la llave del apartamento y entro con mucho cuidado de no hacer ruido, pues todo está en completo silencio, veo a An viendo televisión y decido jugarle una broma. Cierro la puerta con sumo cuidado, doy cada paso de puntillas pero cuando por fin pienso sorprenderlo, la sorprendida fui yo.

— ¡Menos mal que eres la tan aclamada Ángel! Si sigues así, te atraparan y perderemos una buena suma de dinero— dice en tono enojón, aunque tiene algo de razón— Y pensar que te quieren como arma, y ni siquiera puedes entrar en tu casa sin ser detectada...— finaliza resoplando.

An se refiere a que muchas personas al ver mi forma de pelear y moverme en el ring aseguran que podría ser la mejor espía o en su defecto la mejor asesina a sueldo, si me entrenara claro. Pero eso no me interesa en lo más mínimo. La idea de meterme en éste mundo era por la adrenalina, luego empezó a gustarme el dinero, como a todos, y decidí que, si algún día quería dejar a mis padres y todo lo que conlleva ser su hija, debía de tener el dinero suficiente para comprarme un pasaje a la libertad.

Pero lamentablemente aún me falta dinero, y tengo el presentimiento de que algo muy malo se aproxima a mi futuro. Estoy en lo que un mundo colonial sería una edad casamentera, es decir, me urge un esposo adinerado, o eso es lo que debería pensar.

— ¡Ay ya, papá! — dije quejándome como niña pequeña— ¡Deja de preocuparte por todo! Te van a salir canas antes de tiempo. Espera Creo que veo una...— me abalanzo hasta él y le jalo el cabello haciendo que gritara y me agarrara haciéndome cosquillas, mientras ambos caíamos en el sofá.

— Para... por... favor... Me rindo...— intenté decir mientras reía.

Cuando por fin nos recuperamos del ataque de risa, lo veo preocupado y eso es extraño. Por lo general él es la persona más bromista y alegre que he conocido.

— ¿An, ¿qué ocurre? ¿Es por la pelea? — veo que traga saliva y ahí sé que di en el clavo— ¿Qué es lo que pasa con la pelea que no me has dicho? Vamos, que no puede ser peor que mi primera vez.

Un escalofrío recorre mi cuerpo al recordarlo, gané, pero obtuve dos costillas rotas. Fue un dolor espantoso, por dicha divina, mis padres se habían ido a Irlanda a un consejo de mafiosos, o algo así, por lo que ni se enteraron.

— No es nada— dice en un susurro— Es que...

— ¡Dime que pasa! O por lo menos dime con quien pelearé, pues ya me toca arreglarme y ni idea.

Después de un sonoro suspiro dice al fin.

— Vas a pelear con Brandon— dice cubriéndose la cara, en un gesto de miedo.

— ¿Que qué? Estás jugando, ¿no es cierto?— pregunto, pero no responde— ¡Joder An! Esa cosa mide más de dos metros... y es muy feo. Me va a aplastar. Al lado de esa mole soy un insecto...

— Sam, si no supiera que puedes, ¡No habría aceptado! Tú eres buena y lo sabes. Deja el miedo.

Sí claro, como a ti no te dejaran en coma

Preferí irme a bañar, las cosquillas y el pequeño debate de hace unos segundos me dejaron agotada, y un baño siempre me relajaba. Debía pensar que estrategia podría utilizar para ganarle o al menos salir lo menos herida de ese encuentro. Pero si de algo estaba segura es que esta sería la mejor o la peor noche de mi vida.

Dile sexto sentido, brujería, intuición, horóscopo, pero de que pasaría algo transcendental, pasaría. Podía ponerle la firma. Lo único que podía hacer era suplicar para que yo fuera la beneficiada de lo que ocurriera.

Ángel De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora