Capítulo 42 ✔️

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El viaje en carretera dura más de una hora. Una hora en la que miles de imágenes aparecen en mi mente cual collage. Imágenes en dónde el protagonista es Ángel, siempre apoyándome en cualquier cosa.

Recuerdo cuándo le dije que quería unirme a las peleas ilegales, y lejos de burlarse o criticarme me ayudó a entrenar. Cuándo le conté mi amor y desamor con Edward. Cuándo le comentaba o él presenciaba cada pelea con mis padres. Cuándo nos escapábamos de clases, porque el profesor era un gruñón.

Todo eso se reflejaba en mí. Las lágrimas seguían saliendo sin ningún impedimento.

— Señorita, en serio ¿se encuentra bien?— pregunta armado de valor, el conductor.

— No... Prácticamente voy a mi muerte— le confieso.

Dicen que no hay nada mejor que desahogarse con un desconocido. La cara del señor era épica, si fuera otras circunstancias me estaría riendo.

— Disculpe ¿qué?

— ¿Tiene unos minutos para mí?— pregunto dudosa— Prometo pagarle más.

— Niña a veces es bueno desahogarse, y así como yo lo han hecho antes conmigo, cuente con su servidor— me regala una mirada entre triste y tierna, casi paternal.

— Le haré un resumen de mi vida, puede que parezca mentira, pero lamentablemente es la realidad... Mi realidad.

— Adelante— dijo mientras continuaba manejando, aunque había disminuido la velocidad.

— Soy hija de unos reconocidos empresarios— inicie el resumen de una patética existencia— Pero también hija de un reconocido maleante— tampoco iba a decirle toda la verdad— Ellos siempre me han llenado de lujos y cosas materiales, pero nunca de amor. Hace años decidí entrar en las carreras ilegales— otra mentira piadosa— Me hice de una reputación. Mi mejor amigo, mi hermano, siempre me apoyó en todo, sin importar que tan rara o loca o peligrosa fuera la situación. Hace meses otro maleante, apareció en mi vida y se inmiscuyó en ella como un tsunami, mis padres le ofrecieron mi mano en matrimonio. Acepté, o eso hice creerles. Seguí corriendo y haciendo dinero, para que llegado el momento huir para siempre. Todo iba relativamente bien.

— ¿Pero?— dijo el señor muy intrigado.

— Pero hace unas horas mi An, fue secuestrado por un sujeto realmente cruel. Él está siendo torturado— dejo de hablar por unos momentos, ya que, las lágrimas no me permiten continuar— El villano...— digo después de unos minutos de silencio— Me amenazó, diciéndome qué si no aparecía antes de medianoche, mi An moriría. Sé perfectamente que es una trampa. Pero no lo puedo dejar ahí, sabiendo que puedo hacer algo por él.

— Pero, ¿por qué no avisarle a las autoridades, o a otra persona?— pregunta el señor.

— Las "autoridades" están todas compradas, y no hay más personas. Sólo yo.

— Entonces, es una misión suicida— afirma no pregunta.

— Exacto. Pero prefiero dejar mi vida, que ni siquiera me pertenece, que dejar que alguien le haga más daño.

— Entiendo. Y créame señorita, que me gustaría ofrecerle una solución— dice apenado.

— Lo sé... Lo sé— digo suspirando.

Después de eso, el señor al cual le acabo de confesar parcialmente mi vida, continúa aumentando la velocidad progresivamente. Imagino, que entendió la complejidad del asunto. Media hora después, llegamos al lugar del encuentro. Muy cliché para mi gusto. Un cementerio de coches se hace presente ante mí. Al estacionarse me bajo y le pago al sujeto, el cual se niega al principio, pero luego acepta.

— Linda noche para morir, ¿no cree?— le digo señalando la luna llena en su punto máximo.

— No piense así. Tenga fe.

Luego de eso se marcha. Al igual que mi valentía. Pero recuerdo que debo buscar a An y la adrenalina me invade. Camino unos diez metros y abro la reja del cementerio, todo está callado. Hasta que mi teléfono suena.

— ¿Dónde estás?— mierda quién diría que a pesar de todo su voz sigue siendo excitante para mí en estos momentos.

— No jodas, Drag— digo haciéndome la valiente— Estoy entrenando. Ángel tiene una pelea muy pronto— en realidad no miento, si no estuviera aquí probablemente estaría entrenando.

— No te creo.

— Mala suerte. Debo dejarte... Y gracias.

— Espe...— no sé qué más dice pues le corto.

Sin darle tiempo a que vuelva a llamar, desarmo el teléfono y lanzo las piezas a los autos. Sigo adentrándome al cementerio y llega un momento en el que dudo a si ésta era en verdad la dirección, pero unos pasos lentos y confiados me advierten.

— Miren quién apareció— dice la persona que menos esperé— La linda heredera por fin llega.

— ¡Tú!— digo sin poder creerlo— Todo este tiempo, fuiste el traidor. ¿Pero en dónde coño queda tu lealtad? Eres un bastardo.

— Calla esa preciosa boca antes de que pierda la paciencia. Mi lealtad, está con los míos así como la tuya está con esa marica.

No lo dejo terminar porque me le voy encima, pero antes de que pueda siquiera tocarlo hace una seña con su mano y aparece varios hombres pero uno estaba con un pañuelo acercándose a mí.

— Que conste, quería hacerlo por las buenas— dice mientras uno de los hombres me agarra— Pero si quieres por las malas, por las malas será.

Respiro profundo y me concentro en todo lo que hay a mi alrededor.

— Por las malas será— sentencio.

El hombre con el pañuelo se me acerca, pero aprovecho la distracción que genera mi comentario en él, y con mi cabeza le doy un golpe en la suya. Ambos quedamos desorientados, pero él deja caer el pañuelo. El sujeto que me estaba agarrando por detrás, intenta hacerme una llave, pero en un movimiento rápido le doy un codazo en sus costillas, el imbécil me suelta y se inclina en busca de aire.

En eso yo le doy una patada en sus genitales, haciendo que caiga y se retuerza de dolor. El sujeto al que había golpeado con mi cara, se recupera y me lanza un puñetazo en mi abdomen haciendo que pierda todo el oxígeno contenido en mí. Ahora agradezco las horas entrenando con An, y las horas en el ring. Gracias a eso, mi cuerpo parece que desarrolló un poco de resistencia a los golpes. Con la furia y la adrenalina dominándome por completo, me levanto y continúo con la pelea.

Oh mierda

Coincido con mi conciencia cuando veo a los dos hombres de pie, como si no les hubiera pasado nada, con unos garrotes de metal. Busco rápidamente algo con lo que pueda defenderme, y veo una portezuela oxidada de algún carro. La agarro y la intento usar como escudo. Uno de ellos se ríe de mí, y se acerca confiado, grave error. Sin que se dé cuenta, saco la navaja, pequeña pero afilada, que escondí en mi bolsillo antes de salir.

Sin más preámbulos, le corto parte de la mano y cuando intenta golpearme con su "arma" de metal, le entierro hasta más no poder la navaja directo en el pectoral izquierdo. Para evitar sorpresas, muevo la navaja lo más que me permiten. Observó cómo sus ojos se vuelven opacos. Su vida y su sangre se escurren en mis manos en segundos.

El otro sujeto desaparece de mi vista aprovechando la situación, pero veo que el bastardo del traidor se acerca a mí. Y es ahí donde caigo en cuenta que el desaparecido, reaparece detrás de mí, y mientras incrusta la jeringa en mi cuello. Antes de perder las fuerzas, siento al traidor tocando mis labios, sin remordimiento alguno, muerdo su mano con tanta fuerza, que escucho su piel fragmentándose, llenando mi paladar con su asquerosa sangre.

Segundos después la inconsciencia me recibe con los brazos abiertos.

Ángel De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora