Capítulo 25✔️

80 15 1
                                    

Narrador Drag Müller

Por suerte llegué a tiempo, antes de que ese maldito la profanara, no dude ni un segundo en disparar. Pero no preví que ella quedara en estado de shock, creo que hasta la borrachera se le pasó. Mientras que la cargo ingreso a mi casa, y haciendo acto de presencia aparece mi vieja, mi cuidadora.

— Niño, ¿qué le pasó?

— Ella está bien, sólo se quedó dormida. Voy a subirla a mi cuarto.

— ¿Quieres qué te lleve algo?

— No, pero que nadie me interrumpa.

Y así subo a mi recámara, desde que la conocí siempre quise que durmiera aquí conmigo, pero no así. Con sumo cuidado la dejo en la cama, la observo; está cubierta de sangre, tiene unos moretones producto del forcejeo y su vestido está completamente destrozado. Así que con toda la delicadeza que poseo, la despojo de lo que queda de vestido. Veo que trae un hermoso conjunto interior de encaje negro.

Salgo del cuarto y me dirijo a buscar algo con que limpiarle la sangre que ya se le secó. Al regresar a mi cuarto me encuentro con María en la puerta, completamente desnuda. Admito que su cuerpo me provoca, es la única mujer con la que he convivido más, y por eso ella cree que tiene derecho sobre mí.

— Amor por fin llegas. ¿Por qué tardaste tanto?

— María, retírate. Tengo cosas que hacer.

— ¿Ahora andas de enfermero? Vamos bebé esa mocosa no sabe cómo moverse. No como yo— dice con sorna.

— Tienes razón— la tomo de la cintura, pero la alejo de manera brusca— Pero ella es la que está en mi cama y no tú.

Sin importar que diga entro y cierro con seguro la puerta. Por suerte mi Roja aún sigue dormida, verla así tan serena y tranquila hace que me entren unas ganas desconocidas de protegerla. Me siento a su lado y empiezo a quitarle la sangre, trato en lo posible de no rozarla tanto, porque sé que mi auto control esta en jaque. Siempre es así con ella. Cuando me toca voltearla veo un hermoso tatuaje de alas de ángel.

Me deja anonadado, y empiezan a llegar a mi mente pequeños recuerdos de la peleadora Ángel de la Muerte y de mi prometida. Misma altura, contextura, edad, ojos, cabello.

Joder soy un completo ciego

Las dos mujeres que no dejan mi mente en ningún momento, son la misma. Es increíble lo tonto que fui al no darme cuenta, aunque al parecer no soy el único. Sus padres tampoco saben de las actividades de la joven heredera. Me pregunto qué pensarán ellos de eso.

Después de mi descubrimiento y de limpiarla por completo, decido ponerle una de mis camisas. Se ve de un sexy, que lo único que me provoca es hacerla mía. Pero debo contenerme. Ya llegará el momento. Me doy una ducha, me coloco mi pijama, un simple pantalón, bajo en busca de mis hombres. Me encuentro con el Tiburón en la cocina.

— Señor, lamento mi falta. Sé que debí prestar más atención— dice levantándose de la barra.

— Tranquilo, afortunadamente nada paso.

— ¿Está bien señor?— pregunta temeroso.

— Tengo que verle el lado positivo a ésta situación, gracias a tu ineptitud tengo a mí mujer en mi cama y a esa rata muerta. ¿Por cierto, ya le entregaron mi regalo a El Fantasma?

En eso entra el Perro con una gran sonrisa.

— Listo Müller, en éstos momentos ese infeliz sabe que con nosotros no se puede meter.

— Excelente. Avísenle a Dimitri que su hija se quedará conmigo hasta que yo quiera, le explicarán lo ocurrido, ¿entendido?— todos asienten incluyendo al Lobo, quién entro después de Perro— Otra cosa, ¿qué pasó con el marica?

— Ése ya está en su apartamento, costó mantenerlo a raya. Quería venir a ver a su mujer— dice Lobo agarrando un poco de pan tostado.

— Bien. Buenas noches.

Me retiro y me dirijo a mi cuarto, pero recuerdo que ahí está ella desnuda, y que no la puedo tocar como quiero, así que prefiero ir al cuarto de María. Ésta me mira complacida. Y sin más arremeto contra ella, haciéndola mía hasta dejarla dormida.

Después de tres rondas de sexo, intento dormir pero no puedo. Me dirijo a mi habitación y la veo boca abajo, mostrándome su hermoso tatuaje. Eso sólo hace que sonría a más no poder. Ser conocedor de su pequeño secreto hace que me sienta superior. Ella tendrá que darme todo lo que yo quiera, para que no la delate.

¡Ay Roja, estás en mis manos!

Un Ángel en las manos del Diablo.

Ángel De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora