Capítulo 7✔️

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Como puedo me levanto sola, con toda la dignidad que le puede quedar a una persona que ha sido descubierta al espiar una conversación ajena. Entro y me dirijo donde Sergey y le saludo con dos besos en la mejilla.

— Hola Ser... lamento la interrupción caballeros— prosigo con mi penoso intento de ser decente— Creía que estabas desocupado, regresare más tarde.

Decido dar la vuelta, para marcharme y auto cachetearme por ser tan mensa. Pero una mano impide mi cometido. Lentamente levanto la mirada para ver a quien le pertenece, aunque ya tenía una leve sospecha, cuando lo hice vi que había acertado el sujeto de los ojos verdes-grises era quien me retenía.

— Quédate— dijo con un tono de voz grueso y ronco, se nota que es un tipo que da órdenes, pero a mí no me van esas cosas.

Serás muy sexy, pero eso de recibir órdenes no son lo mío

También me doy cuenta que es alemán por su acento, pero hay algo más, algo que no me da buena espina en él. Es como si un aura negra lo rodeara.

— Si, Ángel— dijo Sergey, con cariño— Quédate un rato. Ven...— me tendió su mano y la agarre.— Déjame presentarte a...

— Drag Müller a sus servicios— dice el hombre de las órdenes— Aunque sí deseas, puedes decirme Diablo.

— Es un placer, caballero— luego volteo para ver al otro sujeto cuyo nombre no sé, pero es alto con un cabello castaño oscuro y unos hermosos ojos azules.

¿Pero por qué Dios no me pudo premiar con unos ojos así?

En esta oportunidad coincido con mi conciencia. Se ve que ambos entrenan mucho pero no exageran, saben que están divinos y lo usan a conveniencia. Cinco minutos con ellos y ya sabía que esto era lo que tanto temía de la noche.

— ¿Y usted es?— pregunto educadamente.

— Soy el Perro— se presenta. Apuesto que mi cara es un poema dada las expresiones de todos— Así me dicen.

— Ah ya, ¿es un peleador?— pregunto interesada.

— Algo así— dice guiñándome un ojo. Cosa que molesto a Drag, y a mi me divirtió.

— Bueno pequeña debo admitir que...— dice algo triste Sergey— Ésta vez no aposté por ti...

Lo miro estupefacta, o sea él me conoce y dudó de mí.

Tú también dudaste de ti

— ¿Es en serio Sergey?— cuestiono indignada— Lo esperaba de cualquiera pero no de ti— le reprocho.

Él solo se limita a agachar la cabeza.

— Y ¿por qué no se queda a tomar un poco de whisky?— el jefe alemán, me propone con un tono de voz tan varonil, que hizo que miles de descargas eléctricas fueran enviadas a mi zona más sensible.

Cuando pienso responderle, suena mi teléfono. Rara vez suena y sé perfectamente de quién se trata.

— Disculpen— me retiro un poco y atiendo la llamada— Dime... ¿Qué?... Mierda... Sí... Si ya bajo—cuelgo la llamada— Lo siento señores, será en otra oportunidad. Está linda chica, debe regresar a su castillo.

Y así sin más salgo hecha una furia.

Voy directo al estacionamiento donde me encuentro a un muy preocupado y molesto An.

— Tenemos 30 minutos de ventaja para llegar antes que tus padres— dice mientras ambos entramos en su auto— En serio que tus padres son unos cagones— dice mientras arranca el auto.

No puedo evitar reírme, la situación no es para reír, pero escuchar a An decir malas palabras es muy gracioso. Mi padre llamo a Ángel, supuestamente preocupado porque no sabía dónde estaba pues no le respondía (mi teléfono estaba apagado durante la pelea) y Ángel le dijo que estábamos en su casa y lo único que dijo Dimitri fue que pasaría por mí en una hora.

El trayecto a casa duro quince minutos. Llegamos prácticamente con la lengua de corbata, no teníamos tiempo que perder para esperar el elevador y tuvimos que subir diez pisos corriendo.

— Sam, ve dúchate, cámbiate y trata de ponerte decente— dice mientras guarda sus cosas— Yo intentaré que esto parezca que estuvo habitado en las últimas horas.

No respondo, sólo voy corriendo a mi habitación y me doy una ducha rápida, salgo y me pongo un pijama que cubra en la medida de lo posible mis heridas. Me maquillo lo más que puedo mi nariz y mi labio, observo mi cabello y decido que es un caso perdido y lo dejo al natural.

Salgo volando donde An, que ya se encuentra cambiado y comiendo palomitas viendo unas caricaturas. Me acerco a él y me mira con gesto aprobatorio, cuando me voy a sentar se escucha el timbre.

Joder si había algo que reconocer de mis padres era la puntualidad

— Buenas noches, señores— dice An.

Pese a que los conoce desde hace años no se atreve a decirles por sus nombres.

Mis padres se limitan a asentir y entran. Mi madre me mira reprobatoriamente, mi padre, bueno él siempre ha sido un caso. Nunca he logrado acertar en lo que piensa.

— Samantha— dice Dimitri, imperturbable como siempre— Recoge tus cosas, nos vamos a la casa inmediatamente.

— ¿Qué? Pero mañana no tengo clases, papá— digo entre triste y molesta.

— No importa, Samantha Tú sólo has caso— secunda mi madre— Tu padre invitó a un socio muy importante a desayunar mañana, y debes estar con nosotros.

— Ok— suspiro resignada y me dirijo al cuarto, no tenía ánimos para pelear con ellos.

An me sigue dejando a mis padres en la sala, inmóviles tal estatua.

— ¿Sam, estás bien?— sabe que rara vez acato una orden sin pelear

— Sólo estoy cansada y quiero dormir— respondo.

Regresamos a la sala y mis padres se dan cuenta de la férula que tengo.

— Más te vale que mañana estés presentable— dice Dimitri cansado, como si él hubiera sido el que recibió la paliza y no yo.

Rara vez le importaba realmente que pasaba conmigo. Siempre que tenía una herida así, inventaba algo pero ahorita me encontraba ida, otra vez.

— Ella se cayó hoy mientras estábamos en el centro comercial— dijo en vano Ángel.

— No importa, vámonos— dice Dimitri saliendo del apartamento.. Mi madre sólo asiente.

Y los tres nos dirigimos a su camioneta resguardada por otras dos. Mis padres contaban con un equipo de seguridad que constantemente estaban siendo cambiados, lo único que sabía de ellos eran sus apodos: Alfa, Beta, Gamma y Delta.

Al llegar a casa cada uno se fue a su sitio de paz.

Ésa noche fue la primera vez que soñé con esos hermosos y misteriosos ojos verdes grises, persiguiéndome a través de la oscuridad.

Ángel De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora