Capítulo 33✔️

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Narrador Drag Müller

Tener a Samantha acorralada en mis brazos hace que mi excitación crezca, sin embargo, aún no puedo tener nada con ella; me prometí que sería ella la que me buscará y no yo. Pero eso no significa que no la provoque.

— ¿Y bien?— digo muy cerca de su cuello, notando que su piel se eriza al contacto— ¿Qué te gustaría hacer aquí conmigo?— con una de mis manos aprovecho y acaricio con delicadeza su espalda y siento como ella tiembla. Observo cómo sus orbes pasan de ser color chocolate a un negro azabache.

Sigo acariciándola lentamente, mientras ella solo cierra sus ojos y lanza un sonoro suspiro. En eso, coloca una de sus manos en mi cuello y poco a poco se acerca más a mí, tanto que siento su respiración contra mi piel. Debo admitir que jugar a esto se le da tan bien como a mí.

— Cuéntame todo lo que sepas de mi familia— dice rozando sus labios en mi piel. Admito que su pregunta fuera de lugar, me generó gran desconcierto.

— ¿Qué? ¿A qué te refieres con eso? ¿Qué quieres saber?— digo acariciando su rostro.

— Quiero saberlo todo. Si voy a estar contigo, merezco saber en dónde estoy metida. ¿No crees?— finaliza alejándose de mí.

— Bien. Te contaré aquello que crea conveniente.

— ¿Y por qué no todo?— dice frunciendo su ceño.

— ¿Quieres conocer absolutamente todo?— asiente sin ningún tipo de duda— Incluso, ¿las muertes que acechan a tu familia?— al parecer lo piensa mejor y niega— Bien. Pero, primero mandaré a que traigan algo de comer. Imagino que tienes hambre.

Y como si su estómago me escuchara, este hace un sonido grotesco. Ella sólo se limita a bajar la cara de la pena y yo sonrió.


Narrador Samantha Romanoff


¡Mierda qué pena! Justo ahora tenía que sonarme la panza. Joder.

¿En serio quiero saber la historia de mi familia?

Si no conozco mi pasado no sabré cual será mi futuro. Sin contar que ni puta idea de quiénes podrían ser mis enemigos

Debo tener mucho cuidado con el diablo, mi cuerpo reacciona cuando está cerca de él. No debo dejar que tenga ese control sobre mí, porque si caigo estaré bien jodida. Luego de unos minutos Drag regresa con una charola que contiene unos trozos de fruta y limonada.

Pero, ¿es qué esta gente no conoce los snack?

Drag parece leer mi mente, porque saca de su saco una bolsa con papas fritas y me la entrega a lo cual yo agradezco con una sonrisa.

— Exactamente, ¿qué quieres saber?— pregunta después de acomodarse en la cama.

— Todo. Quiero conocer el inicio de mi familia en este mundo, la formación de la Junta, mis posibles enemigos, digo nuestros. Incluso tus orígenes, sí quieres.

— Perfecto.

Narrador Drag Müller

Vaya la heredera, sí que está ávida de información.

— Bueno tu familia ha estado en este negocio por más de tres generaciones, más o menos. Imagina la cantidad de enemigos que puedes cosechar en ese tiempo. Tu bisabuelo Vladímir Romanoff, el Barón Romanoff, su inicio no está del todo muy claro. Siempre surgen cuentos sobre si él en verdad estaba relacionada con la extinta dinastía Romanov, cosa que ahora se sabe es falsa, pero en su momento era real. El país se estaba levantando después de una época de caos y transformación en la Rusia postsoviética, el hambre y la desigualdad social era realmente espantosa— decido acomodarme mejor en la cama, pues el relato es algo extenso— En las calles de San Petersburgo, un trío de jóvenes huérfanos por la guerra, decidieron cambiar el rumbo de las cosas, el mayor de todos Dimitri Volko, la joven Irina Petrova y el tímido Vladímir Romanoff; ellos se unieron con el fin de acabar con el grupo de turno que aquejaba su vecindario. Cada uno ofrecía al equipo algo importante, Dimitri era el que los lideraba y daba la cara, un gran peleador; la chica, era la que más contactos tenía, y al ser mujer la que menos sospechas levantaba; sin embargo, el talento del menor solo era la tecnología, que por ese entonces no era muy útil, a pesar de todo, los tres se crearon de una reputación cuando por fin lograron acabar con el líder de su zona. Las personas del vecindario les agradecían con los objetos de valor que tenían, poco a poco, empezaron a ser más miembros, el trío necesitaba un nombre y un lugar de reunión clandestina, así fue como la Catedral de San Isaac se convirtió en su zona de paz. El grupo se fue agrandando y con ello sus territorios, al final decidieron llamarse los Bratva, nadie sabe en realidad que significaba...

Ángel De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora