Capítulo 21✔️

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Narrador Samantha Romanoff

La fiesta llegó a su fin. Debía de admitir que todo había salido perfecto, claro está sacando al imbécil de mi ex, mi padre me explicó después que había entrado como escolta del Fantasma. Eso sólo me hizo confirmar mi teoría, él ya no era un ser puro, era un maleante.

Sin embargo, todo fue tranquilo, varios regalos fueron dados a mí por parte de los mafiosos; algunos eran viajes, otros eran ropas de diseñador, uno fue un auto deportivo plateado, y el de Drag un cartier de diamantes y con argollas de mismo material. He de admitir que no me podía molestar por dichos regalos, todos eran perfectos y hermosos.

Después de la fiesta nos retiramos a nuestro hogar, con Drag y An de invitados. Fue muy extraño tenerlos juntos en la parte de atrás de la limusina. Al menos ya Drag no se molesta por mi cercanía con Ángel, él ya sabía la orientación de mi amigo, me molestó que lo investigará pero Drag aceptó no revelar la información a otros.

Esa noche An y yo nos la pasamos viendo películas, mientras que Drag y mi padre se la pasaron en el despacho, al parecer habían tenido problemas. Sospecho que uno de ellos, era la intromisión de Edward, a mi padre no le agradó saber que semejante ser estuviera en mi celebración, pero luego de saber a quien acompañaba la situación se puso peor.

Ya acabada la primera película, An se dispuso a hacerme el interrogatorio que tanto había rehuido.

— Sam, ¿qué te parecieron los invitados?

— Bueno An, todos eran horribles. Estaba muerta del miedo.

— Ajá pero, ¿qué puedes decirme? ¿Qué descripciones me darías?

— Bueno— suspiro varias veces— Está El Fantasma, ese sujeto daba miedo, la mitad de su rostro estaba cubierto por una máscara blanca, pero a pesar de eso se podía apreciar algunas marcas de sus quemaduras, por poco y grito cuando se me acercó. Pero al menos Drag estaba conmigo, en realidad cumplió su promesa de no dejarme sola.

— Ajá ¿Y?

— Otro era el supuesto Tuerto, ese sí que me dio asco. Me miraba como si fuera carne y el un zamuro. A ver— pienso un rato— Ah ya, el supuesto Turco, era un sujeto más refinado, pero no por eso menos asqueroso, tenía la ceja derecha con una cicatriz horrible.

— Me pregunto, si todos los mafiosos tienen cicatrices en la cara, ¿tú no?

— No lo creo, verás ni mi padre ni Drag, las poseen. Al menos mi padre no en ningún lugar. Pero ni idea de Drag, aunque como es militar cualquier cosa es posible.

— Cierto, ahora sigue.

— El Demonio Italiano, he de admitir que era un sujeto muy lindo y refinado, pero se nota que es muy superficial. El otro era el Español, su acento era muy pero muy marcado y sexy. El Norteamericano, se veía a leguas que era un tarado machista.

— Ay sí porque Drag es un amor de persona— dice con ironía.

— No, pero es un poco más tratable— digo defendiéndolo.

— ¿En serio lo estás defendiendo?

— Eh... yo... bueno sí. Ahora, ¿quieres qué te siga contando o no?

— Calma fiera. Y continúa.

— Los hermanos Corvinus, debo admitir que cada uno era más bello que el otro. Sin embargo, ninguno me daba buena espina. El otro era El Árabe, un muchacho más o menos de mi edad, me sorprendió mucho verlo ahí y más saberlo integrante de la junta. Y la otra es la Viuda Negra.

— ¿Viuda Negra?

— Sí. La única mujer que pertenece a la junta, la más temida. Y hasta donde sé, ésa mujer es el terror para sus maridos. Los tres que ha tenido han muerto de manera muy misteriosa, y todos dicen que es ella. Es una mujer que además de hermosa es muy inteligente. Dueña de varias minas de oro, diamante y demás.

— Bueno Samantha, parece que ya tienes un modelo a seguir.

— ¡Estás loco, Ángel! Ésa mujer es una asesina. Tiene más muertos que vivos alrededor. Pero he de admitir que admiro su entereza a la hora de hablar con todos esos sujetos.

— Diciéndolo así, tienes razón. En este mundo tan machista esa mujer tiene bolas.

— ¿Cómo va a tener bolas si es mujer?

— Sam tú me entiendes, valentía y osadía.

— Bueno eso sí. Mira, ¿qué te parece si nos vamos a dormir? No aguanto el sueño.

— Si eso paso cuando tienes cierta edad.

— ¡Ay ya cállate!— digo lanzándole una almohada— Tú tienes la misma edad que yo. Por ahora... Pues tú eres más viejo que yo.

— Uy que mala— ve que le apunto con otra almohada— Bueno, bueno si vamos a dormir.

Ángel De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora