48. Las afueras

222 40 6
                                    

La alarma de la celda sin duda era algo terrorífico; en su vida cotidiana jamás imaginó encontrarse en la posición de escapar de una, por más líos en los que se metiera. Rubius corría a toda velocidad, tropezando con lianas, pasto y cualquier cosa que se le atravesara como si fuesen sus pies torpes imanes de obstáculos. No tenía nada en su inventario, solo deseo de huir de ese lugar y de Lolito; su reinado era algo terrible, y a nadie le importaba realmente las cosas que eran invaluables. Todo se había vuelto un juego maquiavélico de poder; Luzu explotando cosas, Fargan y Alex aporreando a la gente.

—Esto es una puta locura...-jadeaba sin aire.

El teñido solo quería huir de esa situación, quería poder volver al pasado y detener a Lolito, advertirle a Luzu, ayudar a sus amigos; pero ahora nada de eso iba a pasar y la locura de la gente que comenzaba a delirar sobre su poder en el juego era demasiada.

Inevitablemente comenzó a pensar en la persona con la que hubiera querido planear algo, salvar a Karma; huir juntos. La sola idea le hacía tener tanto melancolía como dolor, pues sabía perfecto que Vegetta, quien estaba ahora con su hermano oscuro, jamás iba a volver a perdonarle lo que había pasado, y sinceramente, aun cuando deseara estar bien con el, el hecho de que hubiera ido directamente a Willy le podía en lo más profundo de su ira y confusión.

Las afueras parecían peligrosas, pero iba a tener que intentar ir, tenía que huir; ¿de verdad moriría a manos del juego por escapar de los que eran sus compañeros? Ya no había vuelta atrás.

En cuanto se aventó a la oscuridad, supo que estaba jodido, observando en tan solo unos segundos el tipo y la cantidad de criaturas que se asomaban en ese nuevo bioma, deseando haber elegido un mejor camino. Las sombras, hambrientas y listas, no tardaron más de unos pocos segundos en notar la presencia del teñido, acercándose de forma agresiva.

—Mierda....

Cerró los ojos con miedo, sin poder ya moverse para evitar el primer ataque, cuando un brazo lo jaló y le tapo la cara, acallando todos sus gritos; se escondieron dentro de un tronco de árbol, y cuando Rubius por fin se calmó y entro en calma, pudo abrir sus ojos.

La mirada se le cristalizo y gritó nuevamente en las manos que aun le tapaban la boca, pero esta vez de alegría total.

Mangel estaba ahí; estaba vivo, bien y lo acababa de salvar de una muerte segura. El azabache le hizo un ademán de silencio, haciendo que el otro intentara reprimir sus sonidos lo más posible, pero aun así, se encontraba demasiado feliz por haber encontrado finalmente a su mejor amigo con su corazón latiendo.

—Rubiuh.. si nos oyen estamos muertos-susurró de forma casi inaudible el azabache.

El teñido entendió la gravedad de la situación y se mantuvo en silencio, escuchando las sombras que lo seguían buscando por todo el lugar; se tomó el tiempo de observar al azabache con cuidado, notando que su cuerpo y cara estaban llenos de cicatrices. Una mueca salió de sus facciones mientras esperaba a que lo malo que los rodeaba se alejara, cosa qué pasó en unos minutos.

—Creo que ya estamos a salvo-comentó Mangel concentrado en sus alrededores.

Rubius no dudó en volver a abrazar a su amigo, extrañándolo y prácticamente a punto de lloriquear en el hombro ajeno por el tiempo en el que había jurado que el pelinaranja le había hecho daño. Su alivio y alegría al pasar los segundos se convirtieron en molestia y confusión.

KARMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora