41. Descontrol

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Las sirenas de los nuevos coches de policía comenzaron a resonar por todo el pueblo de Karma, que ya podía decirse era más una villa grande, con nuevas construcciones siendo terminadas por los aldeanos en esos momentos. Para el lugar que siempre había sido calma y un lugar seguro, ahora solo resonaba el caos de todos los cambios que estaban sucediendo en el lugar con gran rapidez.

Los dioses estaban demasiado satisfechos con la nueva faceta de su mundo y el rol que había tomado Lolito en el, dándole un verdadero poder como alcalde; cada regla que el diera sería real, así como los aldeanos los escucharían a el, pues el alcalde debía de tener autoridad. Su peón había traído lo pedido, drama, lágrimas, cambios y mucha diversión, por lo que quisiera este hacer, sería ley ahí.

Los nuevos jefes de policía se acercaron a la primera construcción armada; la comisaría. Lolito les había cumplido a los dos y ahora, en ese lugar tenían una cárcel, oficinas propias, y sobre todo, un uniforme y placa. Alex y Fargan ahora eran la cara de la ley, y el sentimiento y compañerismo que habían tomado por aquel nombre los empezaba a llenar.

Lolito se encontraba encerrado en su propia oficina del ayuntamiento, que aun no se encontraba completamente construido, donde todos esperaban que estuviera celebrando con su pareja ese glorioso momento, pero la verdad era mucho más alejada de eso.

El pelinaranja se encontraba tirado en el suelo, con lágrimas secas en sus mejillas y riéndose silenciosamente; la imagen siniestra era aun peor pues tenía en sus manos la daga con un poco de sangre, viéndola fijamente. El dolor que este estaba emulando era terrible, siendo que hace poco tiempo se encontraba feliz y listo para disfrutar de su victoria.

Al haber conseguido destruir a Luzu, regresó festejando con los que votaron por el su gran victoria, dejándose llevar por ese sentimiento de poder y de vivir sin reglas; no pasó mucho tiempo en el que comenzó a dar un discurso con los decretos que iba a imponer, viendo como los aldeanos hacían caso a cada comando y los dioses daban refuerzos y herramientas.

Después de dar un comienzo digno, se relajó y se llevó a Mangel a la construcción que estaban creando los aldeanos, el ayuntamiento. Estaba listo para contarle todo y decirle la verdad, con un aire vencedor y sintiendo que nada lo podía derrumbar.

—Y pienso mi niña, que pondré impuestos, juicios, penalidades; quiero hacer esto bien-le contaba a su pareja mientras entraban en la nueva oficina.

—Eso es increíble mi niño-asentía emocionado Mangel.

Lolito se sentó en el suelo e indicó al otro que siguiera antes de dar un largo suspiro, sabiendo que lo siguiente podía ser difícil de entender para el otro.

—Debo confesarte algo-murmuró viéndolo a los ojos.

—Confiesa tus pecados-sonrió el azabache.

—La verdad es que... tu me conoces, sabes que puedo a veces ir muy lejos por lo que quiero, y te quiero a ti, así que esta es mi verdad.

Lolito contó detalladamente todo lo que había pasado con Auron, rompiendo poco a poco el corazón a su pareja, que escuchaba callado y sin mover ni una facción, atragantado con la idea de que su persona estuviera con alguien más. La explicación del otro era sincera, disculpándose, y logrando establecer la clara diferencia entre Auron y Mangel para el de forma afectiva, haciendo que el azabache en el fondo, supiera que le podía perdonar aquello.

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