6. Las heridas

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Vegetta al poder procesar como la mano que todavía le sangraba era tan real como la sangre que circulaba en su cuerpo, y que esa flecha lo pudo haber matado y dejado en un mundo virtual para siempre, volvió a ver a Willy preocupado por todas las heridas que este tenía, dándole comida y vendas para curarlo.

-¿Cuánto tiempo lleva así?-preguntó alarmado Vegetta.

-No lo sé, pero no sé tampoco cuánto le quede. Está desapareciendo-murmuró a duras penas Willy.

Vegetta al ver que su compañero mejoraba con lo brindado rápidamente se acercó a Rubius y le dió un antídoto que estaba guardando para las cuevas, abriendo el frasco y comenzando a echar la poción por la boca del otro. El objeto lo había conseguido con un aldeano que se lo intercambió por comida y esperaba que no hubiera sido estafado; necesitaba un milagro para no perder a una persona.

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Rubius estaba en medio de un ataque de pánico, pues en su mente sólo podía ver una cuenta atrás, a la que solo podía imaginarse que era de su vida; le parecía horrible poder ver lo poco que quedaba para perderlo todo y cómo no podía hacer nada para evitarlo. No sabía como en un segundo todo estaba a punto de acabar, antes de que pudiera comenzar. La oscuridad y los números digitales que se veían hacían una tortura la espera. Pensaba en el, en su familia, en su vida, en sus compañeros. ¿Habrán podido salir con vida de ese lugar? Probablemente no, porque nadie lo estaba salvando.

No podía moverse, no podía gritar, no podía ver nada más allá de la cuenta regresiva que captaba toda su visión. Tenía ganas de llorar y de huir, pero no podía hacer nada, haciendo que solo perdiera el control de su mente y cayera en un terror absoluto.

En medio de todo ese pánico una pequeña sensación lo sobresaltó y paró unos segundos la angustia que estaba sintiendo y que le oprimía el pecho. Era un líquido dulce cayendo por su garganta, que pasaba por su cuerpo a gran velocidad.

La cuenta paró completamente. Todo volvió a ser negro.

Pudo sentir el dolor de su cuerpo, el piso donde se encontraba, el frasco que tenía en su boca. Su corazón empezó a palpitar con fuerza, y su cuerpo comenzó a dejar de doler. Poco a poco, tuvo la fuerza suficiente para abrir los ojos y por segunda vez, los ojos morados que le habían despertado la primera vez lo saludaron.

-¿Ves algo?-cuestionó preocupado Vegetta.

Rubius volvió a cerrar los ojos aliviado, sintiendo como su vida estaba volviendo a su cuerpo. Estaba a salvo. El chico que le molestaba tanto lo había salvado de la muerte y de ese terror que había sentido. Se tranquilizó un poco en la paz de poder cerrar los ojos y no ver la cuenta atrás. Esa paz paró cuando sintió como meneaban su cuerpo con fuerza bruta.

-¡Eh!-gritó Vegetta-Reacciona.

-¡Pero tío relájate!-respondió Rubius molesto.

-¿Para qué cierras los ojos si estás despierto tonto?-suspiró aliviado Vegetta.

-¿Qué no puedo cerrarlos?-dijo Rubius.

-¡No si uno cree que puedes estar muerto!-contestó Vegetta bufando.

Rubius pudo ver a su alrededor con mayor detenimiento; se encontraba en la casa que había inundado unos días antes, pero esta era ahora mucho más grande y con muchas cosas apiladas en mesas como utensilios y materiales. En frente suyo pudo ver como Willy era curado por Luzu a la par que Alex intentaba que Fargan comiera un poco. Habían estado a punto de morir por la terquedad.

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